lunes, junio 22, 2009

El Desafío del Pragmatismo – 2ª Parte

El Desafío del Pragmatismo – 2ª Parte
Escrito por Gary Gilley
(Mayo 2009 – Volúmen 15, Tema 3)

Un Ataque del Pasado

Brian McLaren, Rob Bell, y otros del campo emergente escriben y hablan atractivamente acerca de lo que están ofreciendo, pero la historia, por no mencionar la Escritura, sugiere que debe tenerse mucho cuidado sobre este punto. El Historiador de la Iglesia Iain Murray nos recuerda que en el siglo 19 “la teología liberal en muy raras ocasiones se presenta como estando en oposición a la Escritura. Por el contrario, sus exponentes afirman la autoridad del Nuevo Testamento a un punto de vista de que el cristianismo es vida y no doctrina.”[1] Algunos utilizan esta línea de razonamiento, al igual que el Arzobispo eventual de Canterbury William Temple podría decir: “un ateo que vive por el amor se salva por su fe en el Dios cuya existencia (bajo ese nombre) el niega.”[2] Es vivir por amor lo que importa, no lo que uno cree acerca de Dios. El teólogo liberal del siglo XIX Schleiermacher llegó más lejos al prohinir la predicación doctrinal desde el púlpito porque “la experiencia y no la enseñanza, ha de ser el objetivo del predicador.”[3]

 

Como parece ser teológicamente el siglo 21 un eco del siglo 19, así también lo es la reacción de los evangélicos. Si bien hubo un esfuerzo concertado para luchar contra el liberalismo por parte de algunos de los creyentes más conservadores para finales del 1800,[4] muchos optaron por quedarse atrás y manifestar tolerancia. Murray dice: “Había algunos que estaban inseguros de que pensar, y, en su incertidumbre erraron al irse del lado de la neutralidad y la falsa caridad. Probablemente fue la actitud de este grupo que finalmente permitió que la nueva enseñanza se convertirse en general.”[5] Este es el error que se repite a menudo el día de hoy por evangélicos bien intencionados que no quieren provocar movimientos y miedo, sobre todas las cosas, estos podrían ser llamados “fundamentalistas.” Históricamente, los fundamentalistas en América marcharon en la línea frontal de batalla con el liberalismo de oposición a principios del siglo 20. Por otra parte, los evangélicos en Gran Bretaña tuvieron un enfoque más relajado y sin intención, como Murray confirmaría, el liberalismo, permitieron el liberalismo finalmente ganar el día. Mucha de la crítica se ha puesto en marcha en el movimiento fundamentalista, algunos de ello la merecen, pero sin duda es el fundamentalista a quien se le debe dar mucho crédito por la preservación de la fe evangélica en América.

Relevantes y Auténticos

Pero así como respecto a muchos evangélicos se les denominan fundamentalistas temido están siendo calificados de “no relevantes” o carentes de autenticidad. Ser relevante y auténtico son dos palabras que suenan populares en muchos círculos cristianos de hoy. Todo el mundo quiere ser auténtico y relevante, aunque la definición de lo que estas palabras significan a menudo resulta difícil. Almorcé hace cerca de un año con un pastor de una de las más conocidas iglesias “auténticas” en los Estados Unidos. Dado que esta iglesia es conocida mundialmente por su autenticidad y relevancia, y dado que se ha convertido en el cartel de la iglesia para estás codiciadas características, le pedí que me describiera de qué manera los miembros de su iglesia eran auténticos y relevantes. Yo estaba especialmente con curiosidad de su respuesta en el contexto de mi iglesia local, la cual podría ser descrita como conservadora, centrada en la Biblia y de básica.

El pastor dudó un poco, comportándose como si él nunca había oído antes esa pregunta. Posiblemente yo era la primer persona con l que se había reunido quedándose lo suficientemente sin habla como para no saber que significa relevante y auténtico (por cierto usted encontrará la misma respuesta si usted le pregunta lo que significa ser misionero o lo que es realmente el reino - otras dos palabras que suenan en círculos de la iglesia posmoderna). Por último me dijo que la mayoría de su gente lleva jeans a su iglesia, a lo cual respondí que algunos de los nuestros también. El entonces dijo que su gente vive auténticamente en la comunidad, a lo cual respondí que muchos de nosotros también lo hacemos, (aunque en teoría no se supone que defina una palabra mediante una palabra). Argumentándome una vez más el me dice entonces que su gente bebe cerveza (supongo que no significa que la iglesia lo haga durante los servicios). Estoy bastante seguro de que algunos de nuestra gente lo hacen también, pero ello no lo dicen (al menos delante de mí) y que seguramente no sería un credencial de autenticidad. Le pregunté, “¿Es todo lo que tienes?” Pero había terminado y él no tenía nada más que decir.

Sin duda, vestir casual en los servicios religiosos y beber alcohol no es la definición ya sea de auténtico o relevante. Y estoy seguro de que este pastor podría haber previsto mejor algunas descripciones de la misma si hubiera tenido más tiempo para reflexionar. Sin embargo, al leer la literatura de su iglesia y su sitio web se que añadido a esta lista está el uso de cualquier forma de música en reuniones de la iglesia, no importa cuan impía sea o si es llevada a cabo por incrédulos, lenguaje sucio ó bajo, uso de comentarios sexualmente inapropiados e ilustraciones y su participación en casi cualquier forma de entretenimiento y diversión que sea atractivo para los incrédulos. De hecho, tengo la idea de que la relevancia y autenticidad son términos que se utilizan en la actualidad, al menos por algunos, para describir lo que otra generación de evangélicos llamó “mundanalidad”.

“Mundanalidad”- es una palabra que no se suele encontrar en iglesias y literatura cristiana “relevante”, excepto para burlarse de cristianos “mojigatos” que todavía se preocupan por estas cosas. Generaciones pasadas de creyentes veían a la pureza y a la separación de cuestionables actividades no sólo como obediencia a Dios (Rom 12:2), sino también como un testimonio a los incrédulos. No necesariamente que los incrédulos entendieran o apreciaran el deseo de los cristianos de vivir una vida separada (otro término anticuado que escuchará en la mayoría de los círculos cristianos de hoy), sino que reconocían que en muchos aspectos reales, los cristianos viven de manera diferente a la manera en que lo hacían (1 Ped. 4:3-4). Si bien esto ahuyentaba e incluso enfurecía a algunos, no obstante, hacía notar que Cristo transformaba la vida y el estilo de vida de los regenerados.

Es a esto mismo contra lo que muchos de los que pregonan relevancia hoy han reaccionado. ¿Cómo, preguntan, podemos esperar llevar a la gente a Cristo modelándoles un estilo de vida que encuentran repugnante? Si queremos ganar la incrédulo para el Señor tenemos que identificarnos con ellos. Tenemos que demostrarles que disfrutamos las mismas cosas que ellos hacen. Ellos deben darse cuenta de que los cristianos pueden beber, hablar y vestir, apostar y ser groseros y disfrutar de todas las mismas formas de ocio que los no cristianos hacen. Vivir de esta manera, se nos dice, será atractiva para el incrédulo de que vean en nosotros una auténtica vida, que es transparente y libre de hipocresía y engreimiento, la cual el incrédulo afirma ver de manera universal en los cristianos. Somos, después de todo, no tan diferentes a ellos, salvo que creemos en Cristo. El líder emergente Jim Henderson, en un libro donde es co-autor con un ateo y patrocinado por George Barna, escribe: “[los incrédulos son] iguales a mi, excepto que no están interesados realmente en Jesús en la misma medida que yo lo estoy.”[6]

Ciertamente, esta caricatura de los cristianos a veces es realista. Muy a menudo los creyentes tienen miedo de admitir sus debilidades y deficiencias. Se pueden dar aires de importancia mientras que están luchando con las mismas cosas que todas las personas: el pecado, la soledad, la decepción, el dolor, etc En este tipo de pretensión tenemos que declarar una moratoria. Pero sin duda es una reacción a adoptar un estilo de vida característico de aquellos que no conocen el poder redentor de Cristo en una equivocada noción de que vamos a atraerlos al Señor como resultado.

La Verdad y la Autoridad

De lo que estamos hablando en última instancia, es de las cuestiones de la verdad y la autoridad - dos conceptos que los pensadores emergentes le dirán que provienen de la Iluminación y no de la Escritura. Como hemos visto, los líderes de la iglesia posmoderna, como los del liberalismo en el pasado, han tratado de clavar una cuña entre la vida y la doctrina. Si son correctos entonces lo que creemos no importa, lo que importa son nuestras experiencias, nuestras emociones y nuestra conducta. Debe quedar claro que ninguno de los que conozco está descartando la importancia de “la vida”, pero hay numerosas cosas equivocadas con el equiparar al cristianismo con la vida solamente. Por un lado este enfoque reduccionista es simplemente imposible. No hay vida, buena o mala, que no provenga de nuestras creencias. Aun cuando los líderes emergentes como McLaren y Bell censuren la doctrina, están, sin embargo, enseñando su propia marca de teología. El rechazo de la doctrina como base para la autoridad es un pronunciamiento teológico. Los conservadores pueden afirmar las ideas que los Emergentes rechazan, pero ambos son testimonio de un sistema de creencias. Los Emergentes creen muchas cosas que la Biblia enseña y los evangélicos reconocen que no son verdaderas, o al menos no son necesarias para la vida y la experiencia espiritual. Uno proclama ciertas verdades, y el otro las rechaza, pero ambos están expresando su enfoque de teología. Es simplemente un juego de palabras hablar de “la vida y no la doctrina.”

Nuestra fuente de autoridad es otra cuestión problemática con la doctrina de la vida frente a la escuela de pensamiento. En última instancia todo el mundo tiene sus creencias vinculadas a la vida y a un concepto de autoridad. Para el cristiano bíblico esa fuente es la Palabra de Dios. Cuando la Escritura habla, y sobre cualquier tema que hable, tiene la última palabra. Todas las demás voces son silenciadas en la presencia de la revelación de Dios. Nuestra tarea como creyentes es tratar de entender lo que enseña la Palabra y aplicarla a nuestra vida.

Algunos en la comunidad cristiana desafiarán esta idea de frente. Ellos nos dirán que la Biblia es un libro lleno de historias anticuadas, mitos y relatos históricos que dan testimonio de la revelación de Dios, pero no es la misma revelación de Dios. Es un libro escrito por hombres y, como tal, sus pronunciamientos y enseñanzas pueden ser vistas como poco más que un sabio consejo el cual es libre de tomarse, adoptándolas o rechazándolas según se ajuste a nuestra propia opinión. En este mismo sentido otros harían a la Escritura subordinada a la ciencia, a la psicoterapia y al pensamiento moderno. Después de todo, la Biblia es un libro antiguo y difícilmente se puede esperar que tenga mucho que decir a los ciudadanos del planeta Tierra en el siglo 21. En ambos escenarios, la autoridad descansa sobre el individuo o sobre la sabiduría colectiva de los hombres en lugar de la Palabra de Dios.

Sin embargo, el cristiano promedio no sigue ninguno de estos escenarios. La mayoría darían servicio de labios a la autoridad de las Escrituras, pero en la práctica su verdadero maestro (autoridad) es el pragmatismo. Ellos nunca niegan la infalibilidad y el valor de la Palabra de Dios, pero en realidad “lo que funciona”, o al menos lo que creen que funciona, es lo que manda. No es que hayan rechazado conscientemente lo que Dios ha revelado, sino que lo que parece estar funcionando en el momento es su modo por defecto.

Y ¿que es lo que parece estar funcionando ahora mismo? En un nivel eclesiástico las iglesias y organizaciones paraeclesiásticas que tienen más probabilidades de tener éxito, si usted define éxito como “nickels and noses”, son los mismos que están dando a la gente lo que quieren escuchar en lugar de lo que Dios quiere que escuchen. La gente quiere escuchar acerca de cómo tener éxito, cómo tener un matrimonio feliz, y la forma de sentirse bien sobre sí mismos en oposición a los conceptos bíblicos sobre como glorificar a Dios, cómo tener un matrimonio santo, cómo negarse a sí mismo, cómo llevar la cruz y seguirle. Dado que la mayoría de los cristianos han equivocado los objetivos de su vida, habiéndolos derivados de conformidad a su forma de pensar mundana en lugar de ser transformados por medio de la renovación de su mente (Rom. 12:2), no es sorprendente que vivan por todo el mundo mediante las metodologías también. Los cristianos ahora quieren las mismas cosas que el incrédulo desea, quiere utilizar los métodos que ha creado el incrédulo. Cuando hayamos aceptado que el propósito de la vida es ser exitoso, popular, poderoso, rico, tener una saludable imagen propia y así sucesivamente, las Escrituras tendrán poco que ofrecer debido a que estas categorías no son bíblicas. Es decir, Dios no define la vida verdadera de la misma manera en que el mundo lo hace. El Señor tiene mucho que decir acerca de negarse uno mismo, pero nada acerca de amarse a sí mismo. Él tiene mucho que decir acerca del gozo, pero nada positivo acerca de divertirnos hasta la muerte (como lo llama un autor). El ofrece un montón de principios relativos a las finanzas, pero muy poco sobre cómo ser ricos, e incluso advierte sobre el deseo de la riqueza (1 Tim 6:9-10). La Biblia está llena de maneras de traer honor a Dios y de exaltar su grandeza, pero nos llama a centrarnos en la humildad personal (Lucas 9:46-48).

Naturalmente no pensamos como Dios piensa. Si bien la regeneración cambia nuestra naturaleza es una tarea a lo largo de la vida ser “transformado por medio de la renovación de vuestro entendimiento” (Rom 12:2) - un proceso que nunca se terminará en nuestra vida. No es de extrañar encontrar esto puesto que fácilmente nos volvemos a las fuentes equivocadas (tales como el yo) para entender la vida, también utilizamos los medios equivocados en nuestro esfuerzo por encontrar la vida (tales como el pragmatismo). Si la vida se define como éxito en lo que uno hace entonces cualquier cosa que permita un éxito se convertirá en la influencia controladora de uno (¿nos atrevemos a decir dios?). El pragmatismo, por lo tanto, simplemente porque parece que “funciona”, es el paisaje que domina al cristiano de hoy. La verdad, como es revelada en la Palabra de Dios, está tomando un asiento trasero a la doctrina de “lo que funciona”.

El pragmatismo es el Rey sentado en el trono de demasiadas vidas e iglesias, pero afortunadamente hay una manera de derrocar al rey. Pablo abrió el camino cuando dijo que el taba “derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia de Cristo” (2 Corintios 10:5). Tenemos que desafiar nuestro pensamiento con la Revelación de Dios. Debemos permitir a la Palabra tener la primera palabra y la última palabra en nuestras vidas. Como Isaías dijo al antiguo pueblo de Israel: “A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido” (Isaías 8:20).

Conclusión

John Piper, en su excelente libro La Supremacía de Dios en la Predicación, escribe sobre la necesidad de los predicadores de recordar diligentemente a sus oyentes de la grandeza de Dios, aunque la mayoría no tienen ni idea de que ese mensaje es importante para ellos. La mayoría prefiere escuchar sermones “relevantes” y criticar al pastor que se centra en Dios y no en sus necesidades personales. “Pastor Piper”, él tiene una crítica, “¿No se da cuenta de que su gente esta sufriendo? ¿No podría bajarse del cielo y ponerse práctico? ¿No se da cuenta de la clase de gente que se sienta frente a usted los domingos?” A lo que Piper responde: “La grandeza y la gloria de Dios son relevantes. No importa si las encuestas salen con una lista de necesidades perceptibles que no incluyen la suprema grandeza de la soberanía del Dios de la gracia. Esta es la necesidad más profunda y nuestro pueblo está hambriento de Dios.”[7]

George Gallup, en un libro que explora la espiritualidad en el siglo 21, sugiere: “el problema no es tanto que las personas no crean nada; es que ellos creen todo”.[8] El considera que este es un problema para un futuro previsible, porque “el énfasis [en este momento] está en un sentimiento deseado o en un momento pasajero de maravilla, no en la comprensión de verdades con un mayor visión o un poder que transforme verdaderamente.”[9]

No hace mucho tiempo, si su hijo quería un peluche, usted acudía alguna tienda local y compraba uno del estante. Si bien puede haber habido un gran número de posibilidades, aún las opciones se limitaban a los animales de peluche en inventario. Entre a las franquicias de “Build a Bear” [tienda de osos de peluche] que han aparecido en muchos lugares. En Build a Bear los niños pueden crear sus propios animales de peluche. Ellos pueden ser tan creativos como lo deseen, construir un oso les permite a los niños ser soberanos sobre sus propias creaciones, salir de la tienda de juguetes con un animal único diferente. La única pregunta es, ¿qué quiere el niño en un oso de peluche? Pero, lo qué puede ser deseable en un belludo amigo no es deseable cuando se trata de Dios y la fe cristiana. Ni Dios ni la fe, se deja a nuestros deseos o diseños. Aunque hay mucha diversidad en el cuerpo de Cristo, sólo hay un Señor, una sola fe (Ef. 4:5). No somos libres de “construir un Dios” o “construir una fe”. El único Dios verdadero y la única fe verdadera se han entregado a nosotros en la Palabra. Debemos rechazar la tentación de ser nuestro propio creador y aceptar con humildad lo que el Señor nos ha revelado. El pragmatismo, el dios de “lo que funciona”, es una creación de nuestra propia imaginación e ingenio. Tenemos que descansar en el Dios verdadero de la Palabra.


[1] Murray, p. 12.

[2] Ibid.

[3] Murray, p. 11.

[4] Véase Marsden, págs. 171-228, (esto es especialmente cierto en el caso de la antigua línea de presbiterianos representada por el Seminario Teológico de Princeton, los Dispensacionalistas y el movimiento de Santidad).

[5] Murray, p. 14.

[6] Jim Henderson y Matt Casper, Jim y Casper van a la Iglesia, (Tyndale House Publishers, 2007, p. xxxv (pre-publicación).

[7] John Piper, La Supremacía de Dios en la Predicación, (Grand Rapids: Baker Books, 1999), págs. 10-11.

[8] George Gallup, Jr., The Next American Spirituality, Finding God in the Twenty-first Century ( Colorado Springs: Cook, 2000), p. 129.

[9] Ibíd., P. 130.

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