lunes, agosto 30, 2010

El Evangelismo y La Soberanía Divina

El Evangelismo y La Soberanía Divina

El Médico Lucas: Hechos

Dos de los libros más evangelísticos de la Biblia son Hechos y Hebreos. Con este fin, el libro de Hechos registra el celo ganador de almas de los primeros discípulos por cumplir la Gran Comisión. Predicando de Cristo y de este crucificado de una manera atrevida, anunciaron al mundo que no hay salvación en ningún otro nombre (4:12). Llenaron a Jerusalén y las regiones circundantes de su testimonio de Cristo, hasta Roma, y echaron al mundo de cabeza con el evangelio. No menos orientado en alcance, el libro de Hebreos contiene algunas de las súplicas imaginables más fervientes del evangelio. Intercalado a través de Hebreos son cinco pasajes preventivos que proveen súplicas repetidas hacia los lectores no convertidos, instándoles a salvarse. No hay invitaciones del evangelio en cualquier parte de las Escrituras que puedan compararse con las súplicas apasionadas de estas advertencias en Hebreos.

Aún a pesar de este tenor ferviente evangelístico, estos dos libros están saturados a fondo de las doctrinas de la gracia. De principio a fin, el registro inspirado de la iglesia temprana da testimonio de la gracia soberana de Dios en la salvación. Hechos registra las conversiones de miles de pecadores perdidos, pero al mismo tiempo está profundamente arraigado en la tierra fértil de la soberanía divina. Las verdades gemelas de la responsabilidad del hombre en el evangelismo y la soberanía de Dios en la salvación no congenian; por el contrario, son perfectamente complementarias, las dos caras de la misma moneda. Al ser predicado el evangelio, Dios se complace en llevar a Sus elegidos a Sí Mismo. Estas mismas verdades compatibles – el evangelismo y la soberanía de Dios – pueden verse lúcidamente en el libro de Hebreos. En medio de sus 467 advertencias evangelísticas, esta epístola anónima contiene enseñanza teológicamente precisa sobre la gracia soberana de Dios.

En lugar de ser un impedimento para el evangelismo, las doctrinas de gracia son una motivación explosiva para ser testigos de Jesucristo. Correctamente entendidas, estas verdades bíblicas garantizan el éxito del evangelismo. Dios tiene personas elegidas, seleccionadas antes de que el tiempo comenzase, a quienes El salvará. ¡Qué verdad tan liberadora! A la luz de esta certeza, todos los creyentes son invitados a participar con Dios en el trabajo más grande sobre la tierra, esa misión noble de esparcir el mensaje de salvación para reunir a los elegidos. El éxito de esta misión ha sido la esperanza confiada de la iglesia a través de los siglos. Y lo puede ser de nuevo en esta hora.

Al investigar ahora las doctrinas de la gracia en los libros de Hechos y Hebreos, debería notarse que las palabras de Pedro en Hechos fueron cubiertas en el Capítulo 11. Este capítulo enfocará primordialmente la atención sobre el comentario de Lucas y las palabras de otros en Hechos – ya sea las palabras dichas por Dios Mismo, Esteban o Pablo.

Lucas el Médico

"El Historiador de Citas Divinas"

Lucas, conocido cariñosamente como “el médico amado” (Col. 4:14), fue un amigo íntimo del apóstol Pablo. Él fue uno de los asistentes de Pablo en su segundo y los tercer viajes misioneros, y en su viaje hacia Roma. Esto el hecho es verificado por su uso de las palabras nosotros en el libro de los Hechos, señalando que Lucas, el autor, estaba presente con Pablo en estas ocasiones en particular (16:10–17; 20:5–21:18; 27:1 – 28:16). Lucas estaba también con Pablo durante el período de los dos años de su primer encarcelamiento romano (Col. 4:10–17; Filemón 23–24). Fue probablemente en esta ocasión en Roma que Lucas escribió Hechos, confirmando los hechos de la conversión de Pablo, tres viajes misioneros, el arresto, y el viaje hacia Roma. Se cree que siendo un líder espiritual excelente, Lucas se encargó de la obra de la iglesia en Filipos alrededor de seis años más durante su vida. Él escribió dos libros de la inspirada Escritura, el evangelio que lleva su nombre y el libro de los Hechos, que sirve para extender el relato de lo que Jesús comenzó a hacer durante Su ministerio terrenal.

El Libro de los Hechos:

“Dios: Edificador de Su Iglesia”

El libro de los Hechos es el registro inspirado del esparcimiento del cristianismo, a partir del nacimiento de la iglesia en el día de Pentecostés y concluyendo con la llegada de Pablo a Roma para ir a juicio y predicar el evangelio. Cubriendo un período de treinta años, Hechos registra el triunfo glorioso del cristianismo sobre la religión muerta del judaísmo y la fuerza imperial de Roma. Documenta que la soberanía de Dios y el poder del evangelio son mayores que la oposición del hombre. Aquí vemos a Jesús edificando Su iglesia, y llevándolo a cabo sobre las doctrinas de gracia. También vemos que la soberanía de Dios en la salvación fue un fuerte énfasis de la iglesia primitiva. En Hechos, Lucas demostró que la libre oferta de Cristo a todos no está nunca en confrontación con la doctrina de la elección soberana. Lo dos son mutuamente inclusivos, nunca exclusivos. Dios se agrada de salvar a Sus elegidos a través de la predicación de la Palabra.

Doctrina Enfocada:

La Depravación Radical

En medio del alcance evangelístico en el libro de Hechos, la depravación radical del corazón humano es lúcidamente ilustrada. Aquí hay una prueba positiva de la necesidad desesperada del hombre por la gracia soberana. Más que enseñar sobre declaraciones teológicas precisas, la corrupción interna de la naturaleza humana es claramente demostrada en las narraciones de este libro. En estos relatos, se hacen declaraciones ocasionales acerca de grupos o individuos que son ciertas en todos los hombres no regenerados espiritualmente. Hechos muestra que cada parte de la persona no salva – el corazón, el alma, y la mente – está manchada por el pecado.

1. La Indiferencia Espiritual. Los no regenerados espiritualmente en cada generación son “duros de cerviz”. Como consecuencia, siempre resisten al Espíritu Santo cada vez que la Palabra de Dios se los da a conocer:

“!Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros”. –Hechos 7:51

En Hechos 7, Esteban se ocupó del sanedrín y dio un panorama brillante del Antiguo Testamento. Él afirmó que toda la historia redentora señalaba la llegada del Mesías de Israel: Jesucristo. Pero los líderes espirituales de Israel le habían crucificado. Cuando oyeron estas verdades por parte de Esteban, los líderes judíos permanecieron “duros de cerviz”. La imagen que Esteban tuvo en mente fue la de un buey que se rehúsa a someterse a la yunta de su amo. Él estaba diciendo que los líderes de Israel fueron insumisos al señorío de Cristo. Siempre resistían al Espíritu de Dios. Pero Esteban hizo la acusación de que esta rebelión no fue cierta solamente de sus oidores, sino de todas las generaciones. F. F. Bruce escribe, “que la nación fuese obstinada, 'duros de cerviz,' fue una queja tan antigua como los peligros del desierto – una queja hecha por Dios mismo (Ex. 33:5)".2 Por otro lado, los líderes eran “incircuncisos de corazón,” queriendo decir sucios e impuros. Simon Kistemaker indica, “Con estos términos del Antiguo Testamento, Esteban da fe de que sus oyentes estaban fuera del pacto porque rehusaron escuchar la Palabra de Dios de que habían quebrantado sus obligaciones. Tenían la señal externa en sus cuerpos físicos, pero les faltaba la señal interna – un corazón obediente y regenerado por el Espíritu Santo" (Rom. 2:28–30).[3]

2. La Incapacidad Espiritual. Todos los incrédulos están en un estado de ceguera espiritual para la verdad de Dios. Observan la verdad con sus ojos físicos, pero no la ven con ojos espirituales:

Y como no estuviesen de acuerdo entre sí, al retirarse, les dijo Pablo esta palabra: “Bien habló el Espíritu Santo por medio del profeta Isaías a nuestros padres, diciendo: Ve a este pueblo, y diles: De oído oiréis, y no entenderéis; Y viendo veréis, y no percibiréis; Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, Y con los oídos oyeron pesadamente, Y sus ojos han cerrado, Para que no vean con los ojos, Y oigan con los oídos, Y entiendan de corazón, Y se conviertan, Y yo los sane. Sabed, pues, que a los gentiles es enviada esta salvación de Dios; y ellos oirán". –Hechos 28:25–28

El libro de los Hechos culmina con esta declaración inconfundible de la incapacidad total del corazón inconverso para comprender las cosas de Dios. Citando las Palabras de Dios a Isaías, Pablo manifestó que los ojos y oídos espirituales de su generación estaban cerrados a fin de que no pudieran ver, oír, y comprender la verdad. En otras palabras, sus corazones estaban cerrados hacia Dios. C. K. Barrett escribe, “El profeta es enviado a su pueblo con el mensaje de que no hay posibilidad de que comprendiesen lo que estaban escuchando o viendo. El fracaso propio del mensaje es el contenido del mismo”.4 Esta incapacidad moral que Pablo describía es verdad en todos los incrédulos – y Dios algunas veces endurece más sus corazones. John MacArthur nota: “Ese pasaje fue también citado por el Señor Jesucristo como una reprensión por el rechazo del evangelio por el corazón endurecido de Israel. El acto deliberado del rechazo de Israel fue soberanamente confirmado por Dios; por su incredulidad continua, se volvió incapaz de creer”.[5]

La Elección Soberana

A lo largo de su fuerte énfasis en el evangelismo, Lucas también claramente enseñó la doctrina de la elección en el libro de Hechos. Los versículos de debajo afirman la elección soberana de Dios en la salvación. Antes de que el tiempo comenzase, Dios escogió por Sí mismo una vasta multitud de pecadores perdidos para ser los objetos de Su gracia salvadora. En Hechos, Lucas utiliza un lenguaje franco y sincero al escribir sobre este tema profundo. Es imposible interpretar estos versículos en alguna otra forma aparte de su significado simple. No son difíciles de entender, sólo difíciles de aceptar.

1. Instrumentos Predeterminados. Dios seleccionó a algunos individuos para ser salvos y convertirse en personas que le sirven. Él los escogió fuera del mundo para llevar Su nombre hacia el mundo:

“El Señor le dijo: Ve, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel". –Hechos 9:15

Dios había escogido a Pablo para la salvación y para el gran propósito de esparcir al extranjero el nombre del Señor. Él fue literalmente una “vasija de elección,” divinamente seleccionada para llevar el evangelio de Cristo tanto a gentiles como a los judíos. Si acaso alguna vez una experiencia de conversión fue un testimonio de la elección soberana, esa fue la de Saulo de Tarso. Fue tan sobrenatural que puede correctamente ser comprendida sólo a través de los lentes de la gracia soberana de Dios. Barrett escribe, “'Escogido' se refiere a la acción benevolente de Dios en determinar la salvación de aquellos a quienes él llama. . . .Saulo, a pesar de su pasado, no obstante es uno a quien Dios llamó para ser un cristiano; él es uno de los elegidos”.[6] Asimismo, todo los elegidos son escogidos no sólo para la salvación, sino para esparcir el conocimiento de Cristo hasta los confines de la tierra.

2. La Orden Predeterminada. Dios designó a Sus elegidos para la vida eterna desde antes de la fundación del mundo. Cada uno de Sus escogidos sin duda alguna creerá y serán salvados:

Los gentiles, oyendo esto, se regocijaban y glorificaban la palabra del Señor, y creyeron todos los que estaban ordenados para vida eterna. –Hechos 13:48

Cuando Pablo predicó el evangelio, él supo que la verdad de la elección divina no fue un obstáculo para su alcance. En lugar de eso, él vio la gracia soberana como una garantía de su éxito. Como la Palabra de Dios fue hablada por Pablo, “y creyeron todos los que estaban ordenados para vida eterna”. Bruce escribe, “ordenados es usado en algunos documentos antiguos en el sentido de ' ara apuntar ' o 'enrolar.'" [7] En Otras Palabras, aquellos que creen han sido enrolados por Dios entre Sus elegidos. Ordenados está en la voz pasiva, indicando que los elegidos son pasivos en este acto, siendo solo Dios el agente activo. Además, ordenados está en el tiempo perfecto, la cual especifica una acción en el pasado con relevancia continua en el futuro. Todos los que creen, lo hacen porque fueron soberanamente ordenados por Dios para la vida eterna en la eternidad pasada. A. W.Pink escribe: “Aquí aprendemos cuatro cosas: Primero, que el creyente es la consecuencia y no la causa del decreto de Dios. En segundo lugar, que solamente un número limitado es solamente ordenado 'para la vida eterna,' pues si todos los hombres sin excepción fuesen ordenados así por Dios, entonces las palabras 'todos' sería una cualidad sin sentido. En tercer lugar, que esta 'ordenación' de Dios no es por los meros privilegios externos sino para 'vida eterna,' no para servicio sino para la salvación misma. En cuarto lugar, que “todos” – ni uno menos – los que son así ordenados por Dios para la vida eterna ciertamente creerán.[8]

Añadiendo un entendimiento profundo, Juan Calvino escribe: “Este verso enseña que la fe depende de la elección de Dios. Puesto que toda la raza humana es ciega y testaruda, estas fallas permanecen constantes en nuestra naturaleza hasta sean corregidas gracias al Espíritu, y esto proviene sólo de la elección. Dos personas pueden escuchar la misma enseñanza juntos; pero uno está dispuesto a aprender, y el otro continúa en su obstinación. No difieren en naturaleza, pero Dios ilumina uno y no al otro. . . .Él no comienza a escogernos después de que creemos, sino por el regalo de fe él sella la adopción que estaba escondida en nuestros corazones y le hace manifiesta y segura”.9

3. Un Pueblo Predeterminado. Dios escogió a un pueblo para El mismo mucho antes de la Creación de mundo. Esta divina elección marcó a estos individuos como el pueblo de Dios antes de que realmente creyeran en el tiempo:

“Y por medio de una visión durante la noche, el Señor dijo a Pablo: No temas, sigue hablando y no calles; porque yo estoy contigo, y nadie te atacará para hacerte daño, porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad.”. –Hechos 18:9–10

Al poco tiempo de que Pablo comenzó a ministrar en Corinto, él perdió el entusiasmo por la gran oposición y los muchos obstáculos que él afrontó. Lleno de desesperación, el apóstol estaba listo a mudarse a otra ciudad que podría ser más receptiva al evangelio. Pero Dios se apareció ante Pablo en una visión y le dijo que él tenía mucho pueblo en Corinto – una referencia a Sus escogidos, aquellos que creerían una vez que la verdad les fuese predicada. Esta verdad de la elección divina le dio al apóstol un gran ánimo para mantenerse firme. La salvación de estos individuos escogidos fue tan cierta, que Dios los consideró como Su pueblo antes de que fuesen incluso aún salvadas. Leon Morris escribe, “Ellas aún no habían hecho nada para ser salvos; muchos de ellos aun no habían oído el evangelio. Pero eran de Dios. Claramente es El quien los traería a la salvación a su debido momento”.10 Hablando para la certeza de elección previa de Dios, James Montgomery Boice escribe, “Si Dios dijese, tengo a muchas personas en esta ciudad, ha debido haber sido por causa de Dios, quien solo El puede ver el futuro y determinarlo, miraba a futuro, diciendo que por la predicación de la Palabra a través del ministerio de Pablo que él traería a muchas personas a la fe en Jesucristo. Eran su pueblo y ellos se mantendrían unidos como una iglesia y llevarían testimonio a esta ciudad de la más corrupta”.[11] La verdad de la elección divina garantiza el éxito del alcance de la iglesia.

La Expiación Definitiva

En el mismo corazón del evangelismo esta la predicación de la cruz de Jesucristo. Lucas registró que la muerte substitutoria de Cristo era por el beneficio de un grupo de personas muy definido. Trabajando en armonía perfecta con el propósito eterno y plan del Padre, Jesús murió para salvar a aquellos que Dios había escogido. Él no murió por algún grupo diferente, tal como el mundo entero. En lugar de eso, Cristo dio su vida por todos los que le habían sido dados por el Padre – los elegidos. Cuando Jesús murió, él compró la iglesia con Su sangre. Él dio Su vida por todos los que creerían:

“Tened cuidado de vosotros y de toda la grey, en medio de la cual el Espíritu Santo os ha hecho obispos para pastorear la iglesia de Dios, la cual El compró con su propia sangre.” –Hechos 20:28

Este versículo es notable en lo referente a que enseña que Jesucristo compró “la iglesia” con Su sangre – la misma sangre de Dios. MacArthur nota, “Pablo creyó firmemente en la unidad del Padre Eterno y el Señor Jesucristo de que él podría hablar de la muerte de Cristo como derramando la sangre de Dios – quien no tiene cuerpo (Juan 4:24; cf. Lucas 24:39) y por lo tanto sin sangre”.[12] Esta unidad cercana entre el Padre y el Hijo de Dios son exhibidas aquí en el cumplimiento de Su propósito salvador. El Padre escogió a Sus elegidos, y Cristo luego hizo una expiación definitiva por ellos. La obra de Cristo es ilustrada aquí como perfectamente consistente con la intención del Padre. Jesús murió por el mismo grupo escogido por el Padre – Su prometida elegida, la iglesia, que está compuesta de todos los creyentes. Pablo no dijo que Jesús hiciese a la iglesia redimible. Más bien, Jesús redimió la iglesia. En la cruz, una transacción definitiva ocurrió entre el Padre y el Hijo de Dios en nombre de la iglesia verdadera de los elegidos de Dios.

El Llamado Irresistible

Al ser el evangelio predicado, Dios se agrada irresistiblemente de llevar a Sus elegidos a la fe en Jesucristo. Incuestionablemente, es el Señor solamente quien añade a Su iglesia. Si algún pecador debe arrepentirse, el Señor debe conceder el regalo del arrepentimiento. Si algún pecador debe creer, Dios debe suministrar la fe. Antes de que un pecador le pueda volver la espalda al pecado hacia El, Dios debe traer convicción y debe llamarlo. Él debe abrir el corazón antes de que pueda creer el evangelio. Todos los que están señalados por Dios para vida eterna inevitablemente responderán al llamado irresistible de Dios y creen en Cristo. Así, toda fe es el resultado de la gracia soberana. Es decir, la fe salvadora es un regalo que Dios concede para el elegido, permitiéndoles creer. Lucas enseñó todo esto a través de su registro inspirado en el libro de Hechos.

1. Adiciones Divinas. Dios soberanamente edifica Su iglesia agrandando su número a aquellos que están siendo salvados. Tales adiciones divinas a la iglesia pueden ser consumadas sólo por una obra irresistible de gracia:

Y el Señor añadía cada día al número de ellos los que iban siendo salvos. –Hechos 2:47b

Sólo Dios puede realizar la obra sobrenatural de salvar un alma y añadirlo a la iglesia comprada por la sangre de Cristo. Esto El lo hace en las vidas de todos Su elegidos. Calvino escribe, “Esto, ciertamente, es obra de Dios. . . . Dios sólo recoge un cierto número de personas. Esta gracia es asociada con la elección, lo cual es la fuerza motriz en nuestra salvación”.[13] MacArthur añade, “la Salvación es la obra soberana de Dios,” [14] involucrándose a “todo el mundo que el Señor nuestro Dios ha llamado a Sí mismo” (2:39). Nada puede impedir estas adiciones divinas – ni la persecución o aun la muerte. Cristo edificará Su iglesia, y aun en oposición hasta el punto del martirio no prevalecerá en contra de ella (Matt. 16:18).

2. La Fe Dada. La fe por la cual el elegido cree en Cristo se origina a través de Cristo. El Señor Mismo suple la fe salvadora para todo elegido del Padre:

“Y por la fe en su nombre, es el nombre de Jesús lo que ha fortalecido a este hombre a quien veis y conocéis; y la fe que viene por medio de El, le ha dado esta perfecta sanidad en presencia de todos vosotros.”. –Hechos 3:16

La fe salvadora es el regalo de Dios a través de Cristo. Jesús, entonces, es tanto el objeto exclusivo como la fuente sagrada de toda fe verdadera. Es Cristo “por quien son todas las cosas" (1 Cor. 8:6b) ciertamente, y esto es cierto de la fe salvadora. El famoso estudioso de griego A.T. Robertson nota que Jesús es “el objeto y la fuente de fe”.[15] Calvino escribe: “Pedro estaba preocupado con mostrar la gracia de Cristo y casi nunca se refiere a Jesús sin mencionar esto. . . . Él quiso decir que nuestra fe no puede venir a Cristo a menos que se base en Cristo”.[16] En la gracia irresistible, Cristo suple aun la fe por la cual el elegido cree en El.

3. Arrepentimiento Concedido. Si algún pecador ha de salvarse, Dios le debe darle el arrepentimiento que conduce a la salvación. El otorgamiento de arrepentimiento al elegido es una parte crucial del llamado irresistible de Dios:

“A éste Dios exaltó a su diestra como Príncipe y Salvador, para dar arrepentimiento a Israel, y perdón de pecados.”… “Y al oír esto se calmaron, y glorificaron a Dios, diciendo: Así que también a los gentiles ha concedido Dios el arrepentimiento que conduce a la vida.”- Hechos 5:31; 11:18

El arrepentimiento es un volver del corazón y pesar sobre el pecado que es necesario para la salvación verdadera. A todos los hombres se les ordena divinamente a arrepentirse (Hechos 17:30), pero ningún pecador caído lo puede hacer por sí mismo más de lo que él puede perdonar por sí mismo sus pecados ante Dios. La carne no puede y no se arrepentirá, “la carne para nada aprovecha” (Juan 6:63). Es por esto que Dios debe depositar arrepentimiento en los corazones de Sus escogidos. Mediante el arrepentimiento que Dios le da, el elegido inevitablemente vuelve del pecado a Cristo. D. Martyn Lloyd Jones escribe: “Aquí está la profundidad de la iniquidad humana. Aquí está la medida del problema. Las personas no pueden arrepentirse; . . . Su naturaleza entera va en contra de eso. . . . Entonces ¿qué puede hacerse? Somos ordenados a arrepentirnos pero no lo podemos hacer. Y la respuesta está en las palabras de Pedro en Hechos 5. . . . Nuestra única esperanza recae sobre la gracia y la bondad y generosidad de Dios. Y por esto es que él envió a Su Hijo a este mundo: Fue con el fin de darnos arrepentimiento”.[17] Barrett concluye: “no basta que Dios deba conceder perdón para aquellos que se arrepienten; Él primero hace posible el arrepentimiento”.[18]

Es importante notar que cuando Dios concede arrepentimiento, inevitablemente conduce a la vida eterna. Calvino comenta: “la frase ‘para dar arrepentimiento’ puede ser comprendido. . . [que] él circuncidó sus corazones por Su Espíritu (Deuteronomio 30:6) y les dio corazones de carne en lugar de corazones de piedra (Ezequiel 11:19). Es Dios solamente quien rehace a las personas y les da nacimiento nuevo”.[19] Kistemaker aclara: “el Arrepentimiento no es algo que se origine en el corazón del hombre de su propia iniciativa. El arrepentimiento, al igual que confesaron los creyentes en Jerusalén, es un regalo de Dios: ‘Dios ha concedido arrepentimiento que conduce a la vida’. Es decir, Dios concede a su pueblo los dones de arrepentimiento, el perdón de pecados, y la vida eterna”.[20] Otra Vez, cada gracia en la salvación fluye de Dios.

4. La Fe Predeterminada. Todos los elegidos son predestinados para hacer ejercicio de la fe salvadora en Jesucristo. Habiendo señalados a la vida eterna en la pasada eternidad, con seguridad creerán en Cristo:

Oyendo esto los gentiles, se regocijaban y glorificaban la palabra del Señor; y creyeron cuantos estaban ordenados a vida eterna. –Hechos 13:48

Dios escogió a Sus elegidos para salvación antes de la fundación de mundo. Todos los que fueron escogidos en la eternidad pasada vendrán a creer con el tiempo. Dios mismo hizo que esta fe salvadora suceda y no el hombre. MacArthur escribe que este versículo es “una de las declaraciones más claras en toda la Sagrada Escritura respecto a la soberanía de Dios en la salvación. Como tal, es la verdad equilibrada para la doctrina de la responsabilidad humana. . . . La Biblia decididamente afirma que en la salvación el hombre no escoge a Dios, sino que Dios escoge al hombre”.[21] La elección divina garantiza la elección humana.

5. Una Puerta Abierta. La fe salvadora necesaria para la salvación viene de Dios como un regalo sagrado exclusivamente otorgado a Sus elegidos. La fe no surge de adentro del hombre, sino que debe descender de Dios:

Cuando llegaron y reunieron a la iglesia, informaron de todas las cosas que Dios había hecho con ellos, y cómo había abierto a los gentiles la puerta de la fe. –Hechos 14:27

Sólo Dios puede abrir la puerta de la fe para que pecadores perdidos entren en Su reino. Es decir, sólo Dios le puede permitir al inconverso creer en Cristo. Ningún hombre puede abrir esta puerta de la fe por sí mismo, pues está cerrada por el pecado, y sólo Dios tiene la llave. Ésta es otra forma de decir que Dios debe traer a los pecadores a la fe en El Mismo. Dios por gracia hace esto para Sus escogidos. Calvino indica: “No sólo fue el evangelio predicado con la voz externa, sino que las personas fueron iluminadas por el Espíritu de Dios y así también fueron llamadas efectivamente para la fe. El reino de los cielos esta ciertamente abierto para nosotros por la predicación externa del evangelio. Pero nadie entra sin que Dios le de la mano; nadie se acerca a menos que El los atraiga interiormente por el Espíritu”.[22] Dios abre la puerta de la fe en cada conversión.

6. Corazones Cerrados. Dios también debe abrir el corazón humano antes de que pueda recibir el mensaje de salvación y pueda creer. Por si sola, el alma caída está cerrada para el evangelio:

Y estaba escuchando cierta mujer llamada Lidia, de la ciudad de Tiatira, vendedora de telas de púrpura, que adoraba a Dios; y el Señor abrió su corazón para que recibiera lo que Pablo decía. –Hechos 16:14

Por la depravación radical de la naturaleza caída del hombre, el corazón humano esta cerrado con el doble cerrojo del pecado y Satanás. En su estado natural, ningún corazón está abierto para Dios. Cuando Dios salva a Su elegido, El debe abrir ese corazón para que pueda recibir el mensaje de salvación. La misma palabra para “abrió” es usada más tarde en Hechos para describir el terremoto que golpeó a Filipos, con el resultado que “al instante se abrieron todas las puertas y las cadenas de todos se soltaron” (16:26). Estas puertas cerradas con llave fueron instantáneamente dominadas por el terremoto y fueron abiertas. Esto es precisamente lo que hizo Dios con el corazón de Lydia – El instantáneamente lo abrió por un terremoto espiritual dentro de su alma. Calvino escribe: “Ciertamente, el creer no está en el propio impulso del hombre, y consecuentemente aun el piadoso y aquellos que temen a Dios todavía tienen necesidad del recordatorio especial del Espíritu. Lydia, vendedora de púrpura, temió a Dios, pero su corazón tuvo que ser abierto para recibir a la enseñanza de Pablo [Hechos 16:14] y beneficiarse de ello”.[23]

7. Fe segura. Todos los que son escogidos por Dios con seguridad ejercerán la fe salvadora. Sus conversiones con seguridad ocurrirán porque Dios, quien los eligió, los llamara hacia El mismo:

“Y por medio de una visión durante la noche, el Señor dijo a Pablo: No temas, sigue hablando y no calles; porque yo estoy contigo, y nadie te atacará para hacerte daño, porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad.”. –Hechos 18:9–10

Dios reconfortó a Pablo para que él permaneciera en Corinto para predicar el evangelio porque había muchos elegidos allí – aquellos a quienes Dios llamó ‘mi pueblo’. La implicación es que estos escogidos serían salvados porque Dios Mismo lo haría posible. Morris escribe: “Jesús mismo garantiza que la obra de Pablo en Corinto dará frutos. Dios mismo señala a su pueblo a la vida eterna, abre sus corazones para el mensaje del evangelio, y los trae a la salvación. . . . Dios llama a judíos y Gentiles a ser su pueblo y edifica la iglesia en Corinto”[24]. Los creyentes deben confiar en que Dios tiene un pueblo que El salvará cuando Su Palabra sea proclamada.

8. Gracia Efectiva. Es sólo por la gracia de Dios que cualquier pecador es facultado para creer en Cristo. La fe humana es ejercitada por la gracia divina solamente:

Cuando él quiso pasar a Acaya, los hermanos lo animaron, y escribieron a los discípulos que lo recibieran; y cuando llegó, ayudó mucho a los que por la gracia habían creído. –Hechos 18:27

La fe salvadora nunca debería ser considerada como contribución del hombre para su salvación. Si algo semejante fuera el caso, el hombre sería su co-salvador. En lugar de eso, el hombre cree exclusivamente por la gracia divina. Es decir, la fe es ejercitada en Cristo a través de la habilidad dada por Dios para creer. Así, la fe salvadora es el regalo soberano de Dios libremente dado al elegido. A este punto, Barrett escribe: “El venir y continuar siendo creyentes le correspondió sólo por la gracia de Dios. Lucas no desarrolla el tema de la gracia como Palo, pero deja muy en claro que la fe no viene a través de la iniciativa humana sino de la divina”.[25] La Fe son uno de los elementos esenciales que Dios suministra para la salvación del hombre.

Por

Steven Lawson

Reeditado de “Foundations of Grace” con permiso de Reformation Trust Publishing, una división de Ministerios Ligonier. Todos los derechos reservados.

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