lunes, mayo 14, 2012

El Deleite de Un Padre

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El Deleite de Un Padre

Por Tim Challies

Más de un padre ha tenido un hijo recién nacido en sus brazos, mirando a ese niño y declarar su satisfacción. Sin embargo, por desgracia, muchos años más tarde la alegría se ha convertido en repugnancia y la alegría al luto. El hijo ha hecho algo, se ha convertido en algo, eso ha alejado el deleite de su padre. Pensé en mi propio deleite en mis hijos mientras leía la Palabra de Dios esta mañana.

Hubo dos veces que Dios el Padre declaró que estaba muy complacido con el Hijo. En el bautismo de Jesús vino una voz del cielo para declarar “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.” Más tarde, cuando Jesús se transfiguró delante de algunos de sus discípulos, una nube luminosa los cubrió con su sombra, y esa voz hablo una vez más diciendo: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; El oíd.”

El Padre estaba muy complacido con el Hijo. Se deleitaba en él. El Padre y el Hijo encontraron gozo y satisfacción en otro. El Santo Dios miró a su santo Hijo y dijo: “Él es mi deleite.”

Pero este deleite no duraría. No mucho después de que esa segunda declaración, después de la transfiguración, Jesús fue colgado en una cruz y mientras colgaba allí, gritó al Padre: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” El Padre, que se había deleitado una vez en su Hijo lo había abandonado y maldecido. ¿Qué había sido de ese deleite? ¿Cómo podría el Hijo de su deleite ahora ser maldito y abandonado? ¿Había hecho algo Jesús para destruir ese deleite? No. Bueno, algo así.

Jesús no había pecado contra el Padre. Más bien, él había optado por tomar sobre sí el pecado y la maldición de las personas que amaba. Él escogió sufrir por nosotros. Y mientras lo hizo, llevaba todo el pecado, vergüenza y maldición y era detestable para Dios. ¿Cómo podría Dios deleitarse en alguien que tenía todo mi pecado, todo su pecado, todo el pecado de todos los que alguna vez creerían en él? Cada pensamiento feo y cada mala acción, cada palabra de mentira y pensamiento lujurioso y deseo idólatra –fue puesto todo sobre el Hijo.

En ese período de tiempo, esas pocas horas, Dios dio la espalda a su Hijo. El deleite fue reemplazado con la condenación. Dios derramó toda su ira contra el Hijo hasta que la ira hubo vaciado por completo, hasta que todo el sufrimiento por ese pecado estuviese completo. Jesús sufrió por el pecado y murió por ese pecado. Y al tomar la satisfacción plena y definitiva, volvió a ser el deleite de su Padre.

Y Jesús hizo todo esto para nosotros también pudiésemos ser el deleite del Padre. Lo hizo para nosotros pudiéramos convertirnos en el deleite del Padre, intercambiando la fealdad de nuestro pecado por la belleza de la justicia de Jesús.

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