jueves, junio 06, 2013

Evangelismo Personal: Rechazar la Adoración Falsa

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Evangelismo Personal: Rechazar la Adoración Falsa

Por John MacArthur

Hay dos tipos de personas en el mundo: los que adoran a Dios aceptablemente, y los que no lo hacen. Y el hecho es que, aparte de la fe en Cristo, aparte de la obra salvadora de Dios en la adoración de vida aceptable de un pecador es imposible.

Porque la adoración está inextricablemente ligada a la salvación, no debería ser una sorpresa que el tema aparezca en la conversación de Jesús con la mujer samaritana en el pozo. Hemos estado observando su interacción como un modelo de evangelismo personal-la última vez vimos cómo Cristo sorprendentemente expuso y confronto a su pecado en Juan 4:16-18.

Su reacción atónita dirige la conversación hacia el tema de la adoración.

La mujer le dijo: “Señor, me parece que tú eres profeta. Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar.” (Juan 4:19-20)

Ya hemos hablado de los orígenes del pueblo samaritano que eran los descendientes de Judíos que se habían casado con gentiles paganos después de la invasión asiria. Uno de los resultados de esos matrimonios mixtos fue la corrupción de su fe. Afirmaban el Pentateuco, pero adoptaron otros ídolos paganos y ritos, junto con ello, la fusión de los sistemas de sacrificio y crear una falsa religión híbrida. Incluso construyó un templo alternativo y un altar en el Monte Gerizim, no lejos de donde Cristo estaba hablando con la mujer.

Su pregunta es muy simple: Ella quiere saber qué sistema religioso es correcto. Ella ya ha reconocido que Cristo debe ser un profeta por saber lo que sabe acerca de su vida. La culpa que pasó tanto tiempo tratando de evitar ahora ha llegado con toda su fuerza a su cabeza. Jesús la ha desenmascarado como un pecador, y ella quiere estar bien con Dios. Y sabe que apaciguar su culpa exige adoración.

Así que recurre a lo único que conoce: la religión externa. El hecho es que todos los pecadores arrepentidos ven la adoración como externa. Ellos no pueden entender o apreciar la transformación interna que se lleva a cabo en la salvación, por lo que quedan aferrados a las ceremonias y rituales impotentes para absolver la culpa de sus pecados.

Ella quiere saber qué sistema de obras es la clave para su absolución. ¿Es la fe samaritana, híbrida judeo-pagana? ¿O el sistema judío, es basado solamente en la Ley y los Profetas? ¿Qué templo debía visitar para reconciliarse con Dios? ¿A dónde tiene que ir y qué es lo que tiene que hacer para encontrar el perdón y la paz?

La respuesta de Cristo es monumental, la cual nos da la enseñanza más definitiva sobre la teología de la adoración en todos los evangelios. Y comienza con una denuncia de las formas externas de adoración.

Jesús le dijo: “Jesús le dijo: Mujer, créeme; la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no conocéis; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque ciertamente a los tales el Padre busca que le adoren. Dios es espíritu, y los que le adoran deben adorarle en espíritu y en verdad.” (Juan 4:21-24)

El Señor deja claro que no es el lugar donde ella adora lo que importa. Lo que está buscando no depende de una ceremonia o ritual. En cambio, la verdadera adoración es amar, honrar, obedecer y servir a Dios desde el corazón.

La respuesta de Jesús es una crítica a la fe samaritana, al judaísmo apóstata, y cualquier sistema de salvación y justicia basada en obras. Dios nunca se interesó en los meros rituales y sacrificios, lo que siempre le había importado más era el corazón detrás de los actos de adoración. Es por eso que Él condenó la hipocresía de la religión de Israel (cf. Amós 5:21-23; Malaquías 1:6-14). Divorciado de la verdadera fe en Dios, el sistema sacrificial de Israel era una pantomima inútil.

En su muerte, Cristo abolió el sistema de sacrificios de una vez por todas. Cuando murió, Dios milagrosamente hizo trizas la cortina que separaba el Lugar Santísimo del resto del templo, lo que significa el fin del sistema del Antiguo Testamento y la ratificación del nuevo pacto. No hay más templos, altares, ni más sacrificios. En Cristo, todo lugar es un santuario y cada creyente un sacerdote. Ya no necesitamos la mediación-tenemos al Espíritu de Dios que mora en nosotros.

En esta simple conversación, Cristo inaugura una nueva era de adoración y una que no está unida a lo externo y a los símbolos. La verdadera adoración viene del amor de Dios y el conocimiento de la Escritura, y puede ocurrir en cualquier lugar y en todas partes.

Eso es un punto vital a la hora de compartir el evangelio con los no creyentes. La salvación no se trata de hacer una oración especial, pasar al frente, o cualquier otro ritual. Se trata de una reverencia al Señor en arrepentimiento y fe, sometiéndose a Su Palabra, y adorarlo en espíritu y en verdad. Cualquier cosa menos que eso es religión vacía.


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