jueves, julio 25, 2013

Todos Somos Vírgenes Ahora

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Por Tim Challies

Nosotros los evangélicos somos conocidos por nuestra obsesión con la virginidad. Ahora no me malinterpreten, yo afirmo que es bueno y que honra a Dios permanecer sexualmente puros antes del matrimonio (y dentro del matrimonio y después del matrimonio). Como pastor quiero enseñar a la gente a mi cargo el valor de tener su primera experiencia sexual con su esposo en la cama matrimonial y no con una cita para el baile en la parte trasera de un coche. Quiero que mis hijos valoren la pureza sexual y entiendan que la lujuria no es amor, que el amor se expresa en el auto-control. La virginidad es importante ya que la pureza sexual es importante y porque Dios dice que es importante. Pero no es la más alta de las virtudes. No es la medida de un hombre joven piadoso o mujer joven piadosa. No es el objetivo y la medida de la vida cristiana.

Esta obsesión con la virginidad evangélica se manifiesta en conferencias de juventud donde se pasa una flor alrededor de una habitación, al pasar de mano en mano, hasta que el orador puede sostenerla, toda doblada y retorcida, y pedir con una sonrisa de complicidad: “¿Quién querría un rosa como esta?” Los adolescentes ven y dicen: “No me gustaría una rosa así.” Pero luego algunos miran hacia otro lado en silencio y lloran porque ellos son esa rosa. Aprenden que se han echado a perder, que su belleza ha sido regalada. (Como Matt Chandler nos recuerda , ¡Jesús quiere la rosa!)

La obsesión se manifiesta en el curso pre-matrimonial, donde el joven que quemó su adolescencia y veinte años mirando a decenas de miles de imágenes pornográficas de alguna manera piensa que él tiene la autoridad moral sobre la joven que tuvo relaciones sexuales una vez con un novio . Después de todo, él es virgen y ella no lo es. Ella es quien debe buscar su perdón por dar a otra persona lo que era correctamente suyo.

Se manifiesta en los jóvenes que hacen preguntas acerca de la “virginidad técnica” como el hacer estos actos sexuales, que no llegan a tener relaciones sexuales totalmente, son de alguna manera menos graves o menos moralmente significativas que ir por ese camino. “Está bien, ¡yo todavía soy virgen!”

Esta obsesión con la virginidad mide muchas de las cosas mal, hace muchas preguntas equivocadas, ofrece muchas respuestas incorrectas.

No sólo eso, sino que esta obsesión provoca tal dolor. Elevar la virginidad al primer lugar entre las virtudes perjudica a aquellos que fueron criados en la disciplina e instrucción del Señor, que fueron realmente salvos, que conocían mejor, y que optaron por ignorar el buen mandamiento de Dios. Ellos pueden sentir que pecaron irreversiblemente, que era el mayor de todos los pecados, que han sido relegados a una clase inferior de Cristianos, que simplemente defraudaran siempre a su futuro cónyuge.

Es doloroso para los que se criaron en la ignorancia de lo que Dios manda, que simplemente actuaron en la forma en que los incrédulos actuarían mientras cometieron el pecado sexual. Pueden sentirse como ciudadanos de segunda clase del reino, los que dejaron ir lo más precioso que podrían llevar a un matrimonio.

Es particularmente doloroso para aquellos cuya virginidad fue tomada de ellos, que fueron participantes involuntarios de abuso o violación. Pueden sentirse echados a perder, como si todo lo que tenían para ofrecer fue brutal y despiadadamente tomado de ellos, y ahora llevan un estatus disminuido en el matrimonio.

Dios no mira a su pueblo como no-vírgenes y vírgenes echados a perder y no estropeados, contaminados y sin mácula. Él no ve a dos clases de personas: los que han esperado a experimentar el sexo dentro del matrimonio y los que no lo han tenido. ¿Por qué lo hacemos? ¿Por qué nos obsesionamos con los que han tenido relaciones sexuales y los que no lo han tenido, al igual que si esto siga siendo un asunto de mayor importancia? ¿Por qué está este pecado en particular en todo el panteón del pecado que marca para siempre a una persona, que cambia para siempre su estado?

Toda esta obsesión por la virginidad pierde una de las claves del Nuevo Testamento, la clave del Evangelio. Cuando Pablo escribe a la iglesia en Corinto se dirige específicamente al pecado sexual, junto con toda una letanía de otros delitos en contra de Dios. Se dirige a los que cometen inmoralidades sexuales, adúlteros, homosexuales, y al final de todo, dice, “Y esto erais algunos de vosotros. Mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu de nuestro Dios.” Una palabra clave en todo esto es erais. Y esto erais algunos de vosotros. Eras estas cosas, pero entonces Dios te lavo. Eras estas cosas, pero luego te hizo santo. Eras estas cosas, pero luego te justifico. Y ahora ya no eres más estás cosas. Su inmoralidad sexual fue trasladada a Cristo y el llevo tu vergüenza, tu culpa y tu castigo.

Pablo nos dice que a los ojos de Dios todos somos santos. A través de Cristo todos estamos redimidos, perdonados, todo hecho de nuevo, todo virgen. En Cristo todos somos vírgenes.

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