jueves, abril 03, 2014

Por Encima de Todo, un Cristiano

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Por Michael John Beasley

Desde hace años se me ha acusado de ser muchas cosas en vista de mi defensa básica de la obra soberana de Dios de la salvación: Se me ha acusado de ser un calvinista, un Hyper-calvinista, un "calvinista-hereje," e incluso una "calvinista –sectario." Lo que me parece absolutamente fascinante de todo este habladuría es lo siguiente:

Nunca en mi práctica he usado la etiqueta - "calvinista" en absoluto.

Ahora, a mis amigos de gracia soberana, por favor, sé que no denigro a los que utilizan esa etiqueta - que cada uno haga lo que él está convencido de hacer en su propia conciencia. Además, también hay que decir que he estado comprometido con las realidades de la depravación total del hombre, la elección incondicional de Dios, una expiación que es particular y extensa [1] , la gracia de Dios, que es irresistible, y la realidad de la perseverancia de los santos. Pero a pesar de todo esto, no me ocupo de la etiqueta: "calvinista." Para muchos arminianos, esta práctica mía, probablemente será juzgada como absoluta hipocresía; para algunos "calvinistas", esto es alta traición. En cuanto a mí, es mi más gran preferencia ministrar la palabra como un seguidor de Cristo, y, en segundo lugar, es la mejor manera que sé cómo honrar la memoria de uno de mis favoritos cristianos en toda la historia de la Iglesia: Juan Calvino.

¿Por qué digo esto?

Con los años, he llegado a ser profundamente impresionado por la humildad de Calvino como un simple hombre e hijo de Dios, especialmente en vista de su celo por la evangelización; su anunciación de la autoridad de Dios en las Escrituras solamente; su vehemente oposición al papismo y la adoración de simples hombres; y su insistencia en el uso de los padres de la iglesia como meras guías para la exégesis, no como autoridades finales de la misma. De hecho, es esta última prioridad suya que ha afectado tan profundamente mi propia vida y ministerio. Durante la vida de Calvino, la Iglesia Católica Romana estaba mostrando todos las señales del homo-centrismo que uno podría imaginar. La Escritura se había convertido en una decoración incidental para la obra maestra de Roma de la tradición hecha por el hombre. Los sacerdotes recitaban, no la autoridad de Dios como su fuente última de la verdad, sino solamente a los padres de la iglesia, cuyas opiniones favorecieron las suyas. Cuando uno estudia tal adoración grave de meros hombres durante este período, es difícil evitar las comparaciones con la de los fariseos en el siglo I. Tome una copia de la Mishná, la colección escrita de las tradiciones rabínicas, y hallaréis, línea tras línea, instrucciones autorizadas todas precedidas por la expresión formularia:el Rabino____ dice Línea tras línea, todas sus instrucciones formuladas comenzaban con la premisa, no de la Escritura, sino de las enseñanzas populares del rabino través de la historia. Tales tradiciones orales, que los fariseos defendieron con vehemencia, fueron reprendidas como aquello que "invalidaban los mandamientos" de Dios, como el Salvador declaró. Para los fariseos, así como los líderes de la iglesia romana, la verdad se decidía por una disputa entre rabinos populares y padres de la iglesia, no a la Palabra de Dios. Sin embargo, en la imitación de Cristo mismo, Calvin refutó esta esclavitud a la tradición y culto a los héroes, y dirigió a otros al principio de Sola Scriptura, Solus Christus, Sola Gratia, Sola Fide, y Soli Deo Gloria. Sin Sola Scriptura, toda las otras Solas se perderán en la ciénaga de la "sabiduría" humana y el razonamiento.

Insto al lector a tomar una biografía de Juan Calvino, y descubrirá que sacrificó mucho en su vida con el fin de disuadir a otros de la adoración al hombre que era tan frecuente en su época. Al haber aprendido más acerca de este soldado de Cristo, parecía difícil creer que él aprobaría gente que identificándose por su nombre. Al menos, para mí, es algo que no puedo imaginar hacerlo por varias razones. Si pudiera imaginar una forma de honrar la memoria de Juan Calvino, sería por anunciar el único nombre que trató de anunciar - el nombre de Cristo solamente.

Pero este no es mi razón principal para evitar tal etiqueta.

Con o sin Juan Calvino, llevar el nombre de Cristo es un privilegio que trasciende la imaginación - y viene en un gran costo: la sangre derramada del Cordero inmaculado de Dios - Jesucristo. Trae a la mente la misericordia y el amor de Cristo en la salvación de este pecador depravado; me recuerda que el Padre me ha elegido, en su Hijo, a pesar de mi propia miseria; pone de relieve la verdad de que el Buen Pastor dio su vida por mí, como una de sus ovejas débiles; me obliga a recordar que mi salvación ha sido provocada por su gracia soberana soamente; me da esperanza en Su gracia de continuar perseverar hasta el fin; y me recuerda que he sido comprado por precio, por tanto existo para glorificar a Dios con todo mi cuerpo, vida y ser.

Estimado lector: por encima de todo, yo soy un Cristiano.


[1] Desde hace años he empleado la expresión "extensa expiación" en vista del análisis numérico del apóstol Juan de la obra expiatoria de Cristo: “Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y delante del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en sus manos;” Apocalipsis 7:9 - itálicas mías. Mi libro, Todos los Pueblos Bajo Dios , detalla la realidad de la expiación de Cristo, que es claramente particular, sin embargo maravillosamente extensa.

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