viernes, julio 25, 2014

Dios y Su santificación

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Filipenses 2:12-13

 

Por John MacArthur

La presencia del Señor en la vida de su pueblo es un tema importante a lo largo de la historia redentora. Él no es distante o lejano. De hecho, esta realidad es tan importante en la mente de Dios que Él toma el nombre Emanuel –Dios con nosotros –sobre Sí mismo.

Y esa realidad de Su presencia con Su pueblo informa y define su obra en nuestras vidas, Esto lo vemos claramente en la descripción de Pablo del proceso de crecimiento espiritual en Filipenses 2:12-13,

12 Así que, amados míos, tal como siempre habéis obedecido, no sólo en mi presencia, sino ahora mucho más en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor; 13 porque Dios es quien obra en vosotros tanto el querer como el hacer, para su beneplácito.

La frase, “Dios es quien obra en vosotros” nos señala a Su presencia en la vida de los creyentes y nos ayuda a entender Su papel en nuestra santificación.

Dios con Nosotros

La preposición “en” se ofrece a menudo en los escritos de Pablo al registrar la verdad amada que Jesucristo mora en los creyentes (cf. Romanos 8:9-10, Gálatas 2:20, Colosenses 1:27). El Señor mismo habló de Su presencia interior:

22 La gloria que me diste les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno: 23 yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfeccionados en unidad, para que el mundo sepa que tú me enviaste, y que los amaste tal como me has amado a mí. (Juan 17:22-23)

David entendió y se vanagloriaba de la realidad de la presencia continua del Señor con él: “Tú escudriñas mi senda y mi descanso, y conoces bien todos mis caminos.” (Salmo 139:3). El Señor fue pastor de David, que nunca abandonó o lo descuidó o no dejó de protegerlo y abundantemente hizo provisión para sus necesidades (Salmo 23).

En formas que están mucho más allá de la comprensión humana, Dios mora en Su pueblo, como individuos y colectivamente en la iglesia. Jesús prometió a los discípulos y todos los futuros creyentes:

16 Y yo rogaré al Padre, y El os dará otro Consolador para que esté con vosotros para siempre; 17 es decir, el Espíritu de verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque ni le ve ni le conoce, pero vosotros sí le conocéis porque mora con vosotros y estará en vosotros. (Juan 14:16-17; Cf Hch 1:8)

Recordando la Presencia de Dios

Tal vez debido a su inmadurez y la mundanalidad, Pablo recordó a los corintios de esa verdad, al menos, dos veces. El preguntó retóricamente: “¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?" (1 Corintios 3:16). Más tarde añadió: “¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?” (1 Corintios 6:19).

De hecho, Pablo se apoyó en gran medida de la presencia de Dios en él al describir su propio ministerio: “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia para conmigo no resultó vana; antes bien he trabajado mucho más que todos ellos, aunque no yo, sino la gracia de Dios en mí.” (1 Corintios 15:10). Él entendió su ministerio como el fruto de la promesa de Cristo a Sus discípulos antes de Su ascensión:

Y Jesús se acercó y les habló diciendo: “Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado; y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.” (Mateo 28:18-20)

El autor de Hebreos similarmente entiende que es el Señor quien “os haga aptos en toda obra buena para hacer su voluntad, obrando El en nosotros lo que es agradable delante de El.” (Hebreos 13:21). Nuestras buenas obras no son nuestras –son el producto de la obra de Dios a través de Cristo y de su Espíritu en nosotros.

Dioses Falsos se Quedan Cortos

Los dioses falsos difieren en muchos aspectos, pero todos ellos comparten los rasgos comunes de la lejanía, la trascendencia, y la indiferencia. Con ellos no hay consuelo en la tristeza, la ayuda en el sufrimiento, o poder para vivir. Al igual que los fariseos, las falsas religiones “Atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre las espaldas de los hombres, pero ellos ni con un dedo quieren moverlas.” (Mateo 23:4). Las religiones artificiales imponen normas arbitrarias y expectativas imposibles sin proporcionar el poder para lograrlas.

El Dios de la Biblia es todo lo contrario. Él ama. Él se preocupa. Él viene a morar en la vida del creyente. Él no es un déspota arrogante que hace exigencias a las personas impotentes que no pueden cumplir, y luego los aplasta por su incumplimiento. En cambio, Él viene a vivir en ellos, sobrenaturalmente suministrando la gracia, la misericordia y los medios para que puedan vivir una vida de obediencia.

(Adaptado de The MacArthur New Testament Commentary: Philippians .)


Disponible en línea en: http://www.gty.org/resources/Blog/B140724
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