miércoles, junio 29, 2016

¿Te has Visto al Espejo Hoy?

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¿Te has Visto al Espejo Hoy?

Por Tim Challies

Hay algo reconfortante al mirar en un espejo de vez en cuando. No es tanto una cuestión de contemplar su propio reflejo, como es el ver aquellas cosas que están fuera de lugar, aquellas cosas que no le pertenecen, aquellas cosas que no quiere que se vean reflejadas -el perejil entre sus dientes , el chocolate untado en la barbilla, los cabellos que apuntan a todas las direcciones equivocadas. Usted no tiene que ser un obsesionado de la imagen para comprender la importancia de verse de vez en cuando en el espejo como un medio para protegerse de la incomodidad y la vergüenza.

El espejo es probablemente una de mis metáforas bíblicas favoritas: la Biblia como un espejo. He reflexionado y escrito muchas veces sobre el valor y el propósito de ese espejo como lo vemos descrito por Santiago.

Sed hacedores de la palabra y no solamente oidores que se engañan a sí mismos. Porque si alguno es oidor de la palabra, y no hacedor, es semejante a un hombre que mira su rostro natural en un espejo; pues después de mirarse a sí mismo e irse, inmediatamente se olvida de qué clase de persona es.

Santiago retrata la Biblia como una especie de espejo que refleja al corazón. Mientras que el espejo colgado en la pared refleja el hombre exterior, el espejo de la Palabra de Dios refleja el hombre interior. Por esta razón cada cristiano tiene que mirarse en el espejo de la Palabra para evaluar el estado de su corazón. Esto no es una vista de una sola vez sino una mirada fija regular. Necesitamos estudiar la imagen reflejada para entender quién y qué somos en realidad. La Palabra de Dios tiene la capacidad única de dar claridad a lo que Dios exige y espera de nosotros. Desenmascara nuestro pecado, nuestra rebeldía, nuestra necedad, nuestra inmadurez, nuestra idolatría. Muestra el pecado que permanece, el pecado que debe ser arrancado de raíz para que podamos ser cada vez más conformes a la imagen de Cristo. Somos tontos si no hacemos un hábito diario vernos en ese espejo.

Lo que ha estado alboreando en mí durante los meses pasados no es sólo el valor de contemplar este espejo, pero el valor y el desafío de creer lo que veo allí. Es tan fácil ver y dudar, buscar y negar. Pero si la Palabra de Dios es buena y pura y santa y perfecta, si la Palabra de Dios realmente es de Dios, entonces es absolutamente confiable. Esto significa que no es simplemente una cuestión de mirar, sino una cuestión de mirar y creer. Tengo que confiar en lo que veo allí. Tengo que confiar en este espejo más de lo que confío en mis propios ojos y mi propia evaluación. Puede que no gustarme lo que veo ahí, puedo no estar de acuerdo con lo que veo ahí, pero tengo que creerlo. Necesito creer que ya que el espejo colgado en la pared es una representación exacta de la parte exterior, el espejo de la Palabra es una representación exacta del interior. La Biblia refleja con mayor precisión el estado de mi corazón de lo que el espejo de mi baño refleja el estado de mi cuerpo.

Es un privilegio tener la Palabra de Dios, tener el espejo de Dios. Es una responsabilidad gozosa contemplar en ella, estudiar el reflejo, creer lo que veo, y tomar medidas. Es una responsabilidad gozosa dar gracias a Dios por lo que veo ahí de la imagen de Cristo y la misma responsabilidad de buscar su perdón y proseguir con el arrepentimiento en todas aquellas áreas en las que no veo la imagen de Cristo. El espejo es una oportunidad para contemplar y agradecer, contemplar y arrepentirse, contemplar y cambiar.

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