viernes, septiembre 02, 2016

Guerra, Mujeres, y Riqueza

ESJ-015 2016 0902-001

Guerra, Mujeres, y Riqueza

Por Tim Challies

¿Alguna vez has notado que algunas de nuestras tentaciones más dolorosas surgen en torno a grandes dones de Dios? Comida, dinero, sexo, ministerio, autoridad, todos ellos se pueden utilizar para dicho bien, sin embargo, nos encontramos constantemente que son atendidos por estas dificultades. Así es la vida en este mundo de pecado, un mundo en el que nos hacemos maldiciones de las bendiciones, tentaciones de los dones. Los dones de Dios amenazan con tanta rapidez para desplazar a Aquel quien los da.

Dios no aprecia la competencia. Encontramos esto en toda la Biblia, pero encuentro algunas evidencias particularmente interesantes de ella mientras estudiaba Deuteronomio 17 la semana pasada. Dios había salvado a su pueblo de la esclavitud y destruido su archienemigo, Egipto. Ahora reinaba como su buen y amable rey. Sin embargo, a pesar de que amaba a su pueblo, conocía a su pueblo. El sabía que en el futuro exigirían un nuevo rey, un rey humano. Y así, cientos de años antes de que el pueblo clamara por el rey Saúl, Dios les dijo quién y que rey futuro debía ser para ellos: Él debe ser un hombre de la propia elección de Dios, tiene que ser un israelita, y tiene que cumplir con tres reglas importantes : “Además, él no tendrá muchos caballos, ni hará que el pueblo vuelva a Egipto para tener muchos caballos, pues el SEÑOR te ha dicho: "Jamás volveréis por ese camino." Tampoco tendrá muchas mujeres, no sea que su corazón se desvíe; tampoco tendrá grandes cantidades de plata u oro.” (Deuteronomio 17:16-17).

¿Se dio cuenta de lo que Dios subraya allí? El subrayó la guerra, las mujeres, y la riqueza. El prohíbe la acumulación imprudente de los tres. ¿Por qué? De todas las cosas que pudieran afectar a Dios, ¿por qué esto? No es que no había nada intrínsecamente malo con cualquiera de ellos. Más bien, es a causa de lo que la guerra, las mujeres, y la riqueza representan a un rey y un reino en ese día y en ese lugar. Cada uno de ellos era una tentación para un rey encontrar su reputación y su seguridad al margen de Dios. De ese modo amenazarían desplazar a Dios de una posición que legítimamente exige para Sí mismo. Una obsesión por completo con cualquiera o todos ellos sería un rechazo completo de Dios.

La obsesión por la guerra. Un gran ejército animaría a un rey a ser autosuficiente, confiando en que su seguridad depende de su capacidad para hacer guerra. El inevitablemente olvidaría que su seguridad es en última instancia, de Dios –Dios había prometido a su pueblo que iba a cuidar de ellos, y ya había demostrado esto una y otra vez. Un gran ejército también representaría una gran reputación ya que haría que un rey poderoso mirase a los ojos de otros reyes. El pueblo de Dios a preocuparse por la obediencia a él, no la conformidad a las naciones.

La obsesión por las mujeres. La preocupación de Dios aquí no se debe ante todo a la lujuria sexual, sino al poder político. En ese día un poderoso rey se casaría con princesas de otras naciones, como medio de establecer tratados políticos. Estos tratados harían que la tierra fuese más segura y fortalecer la reputación del rey como un gran estadista. Sin embargo, Dios no quería que su pueblo encontrara su seguridad en alianzas políticas, y no quería que su pueblo se casara con extranjeros, porque aquellas mujeres poderosas e importantes inevitablemente traerían a sus dioses con ellas. Con esos dioses vendría la tentación de abandonar el verdadero Dios por ídolos.

La obsesión por la riqueza. Cuando se trata de la riqueza, un rey se vería tentado a confiar en su dinero para mantenerlo seguro en lugar de confiar en su Dios. El dinero podría ser utilizado para contratar o patrocinar a un enorme ejército, o podría ser usado para comprar a los atacantes. En cuanto a la reputación, un rey se considerará especialmente poderoso si él utilizaba su riqueza para construir grandes palacios, templos y monumentos. Dios quería que su pueblo se preocupara mucho más por su reputación ante Sus ojos más que en cualquier otro.

No es de extrañar, entonces, que Dios advirtió a sus reyes de las tres tentaciones de la guerra, las mujeres, y la riqueza.

¿Dónde estás tentado a buscar reputación a los ojos del mundo en lugar de los ojos de Dios? Y ¿Dónde estás tentado a buscar seguridad en acumular cosas en lugar de en las promesas de Dios? ¿Dónde estás tentado a transigir? ¿Puedo sugerir un par de los más comunes?

Sexo, género y sexualidad. Hoy en día una gran tentación y creciente de ese tipo de compromiso es en el área del sexo, el género y la sexualidad. Leemos en la Biblia que la pura verdad “varón y hembra los creó.” Pero ahora se nos dice que el sexo y el género son fluidos, que creer algo menos es una forma terrible de intolerancia y discriminación. Existe una enorme presión sobre nosotros para comprometerse, para permitir sólo un poco de lo que ellos creen en lo que creemos, lo suficiente como para estar a salvo, lo suficiente para ser respetable. Esto es exactamente por qué todos los políticos se suben al carro. Podemos enfrentamos a la misma tentación, pero eso es nada menos que hacer un tratado con el mundo. Eso es ganar la ilusión de seguridad y el tipo equivocado de reputación a través del compromiso.

Las finanzas. Otra grave tentación está en el área de las finanzas personales. Podemos mirar al dinero para establecer y mejorar nuestra reputación. Grandes casas, coches bonitos, ropa de diseño son todas las medidas mundanas de éxito. No son necesariamente malas, pero ellos nos llaman a ser cuidadosos, a ser prudentes, a discernir el estado de nuestros corazones. Es mucho mejor tener poco, peor verse bien a los ojos de Dios. Y cuando se trata de seguridad, muchos de nosotros nos sentimos seguros cuando tenemos un montón de dinero e inseguros cuando tenemos poco. Sabemos que Dios promete proveer para todas nuestras necesidades, pero esas promesas se encuentran mucho más fácil de creer cuando tenemos un montón de dinero impactando en nuestros ahorros y cuentas de jubilación. ¡Si sólo creemos en las promesas de Dios cuando ya tenemos lo que necesitamos, estamos perdiendo el punto! Nuestra seguridad proviene de nuestra adopción por Dios en su familia, no a través del tamaño de nuestra cuenta bancaria.

En la era de los reyes, la riqueza, la guerra, las mujeres cada uno era un desafío a Dios. Dios estaba contento de tener sus reyes débiles, castos y modestos, porque entonces tendrían que confiar en él para su reputación, para su protección. En nuestra época tenemos nuestros propios desafíos. Dios, a través de su Palabra, nos llama a encontrar nuestra reputación y protección en El, a ser fuertes en El, incluso si eso nos hace débiles ante los ojos del mundo.

Nota: Con todo esto en mente, siga adelante y lea 1 Reyes 10-11, el relato del reinado y la caída del rey Salomón.¿Cree que el autor estaba tratando de poner de relieve las obsesiones particulares de Salomón? ¿Guerra? Márquelo. ¿Mujeres? Márquelo.¿Riqueza? Márquelo. ¡Todo esta allí!

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