lunes, mayo 08, 2017

Como Conocer a Dios: Medita en Su Palabra

ESJ-2017 0508-001

Como Conocer a Dios: Medita en Su Palabra

Por Mark Dever

Salmo 119

Recuerdo haberme topado con Stephen Hawking cuando viví en Inglaterra. Hawking es un autor de gran éxito de ventas y célebre físico teórico. En ese tiempo, él era el Profesor Lucasian de Matemáticas en la Universidad de Cambridge, una posición que él sostuvo por treinta años. Él y yo nos reunimos repetidamente durante el almuerzo en mis años en Cambridge, quizá cinco o diez veces. Cuando digo "conocimos", me refiero a que nos encontramos el uno al otro mientras estábamos sentados en las largas mesas en el Grad Pad, una sala de postgrado. Creo que ni siquiera me presenté, aunque debemos haber intercambiado “Disculpes” varias veces. Era extraño tener una experiencia cercana, común con una persona tan reconocida. Es extraño chocar contra un gigante.

Eso puede ser algo de lo que experimentas al leer y explorar el Salmo 119. El capítulo más largo de la Biblia difícilmente puede ser trazado y explorado, o sus profundidades completamente sondadas, en este breve capítulo. Pero podemos hacer algo más que chocar contra el gigante. Podemos hacer algunas preguntas sobre el salmo: ¿Cuál es la ley de Dios? ¿Cómo es la ley de Dios? ¿Qué hace la ley de Dios? ¿Y qué debemos hacer en respuesta a la ley de Dios?

No sabemos quién escribió el Salmo 119. Podría haber sido David. Podría haber sido alguien después del exilio, cuando la Torá, el Pentateuco, había sido recién valorada por un pueblo que ya no tenía el templo. Algunos han sugerido que podría haber sido un fiel hebreo, un hombre que mantuvo un diario personal sobre la Palabra de Dios desde los días de su juventud hasta la vejez.

Lo que sí sabemos es que el salmo está compuesto de 1.064 palabras en hebreo, dispuestas en 176 versos, que se compilan en veintidós estrofas, una estrofa para cada letra del alfabeto hebreo. Hay ocho versículos en cada estrofa, y cada uno de esos versículos comienza con la letra de esta estrofa. Cada carta tiene su oportunidad de llevarnos a alabar a Dios por su ley y testimonios. El salmo usa todas las letras para mostrar que este elogio es completo y total, pero también muestra que todo el alfabeto puede ser agotado y desparecido antes de que lleguemos al final de las glorias de los testimonios de Dios.

Vivimos en una cultura de informalidad y espontaneidad. Valoramos lo que es inmediato y casual. Esto significa que somos sólo el tipo de personas -que están marcadas por el amor a la facilidad y conveniencia- que pueden perderse la belleza del arte. Después de todo, el ingenio -deliberación - muestra la consideración. En el Salmo 119, vemos una belleza de expresión que refleja algo de la belleza sobre la cual el salmista está reflejando. La conformidad del salmo con una forma libremente elegida produce belleza, así como nuestra conformidad con los preceptos de Dios trae una belleza, una corrección, una adecuación, una bendición y una felicidad para nuestras vidas.

Ruego que al leer el Salmo 119 experimente algo más que chocar con un gigante.

Sal 119:1-176 Alef. ¡Cuán bienaventurados son los de camino perfecto, los que andan en la ley del SEÑOR! (2) ¡Cuán bienaventurados son los que guardan sus testimonios, y con todo el corazón le buscan! (3) No cometen iniquidad, sino que andan en sus caminos. (4) Tú has ordenado tus preceptos, para que los guardemos con diligencia. (5) ¡Ojalá mis caminos sean afirmados para guardar tus estatutos! (6) Entonces no seré avergonzado, al considerar todos tus mandamientos. (7) Con rectitud de corazón te daré gracias, al aprender tus justos juicios. (8) Tus estatutos guardaré; no me dejes en completo desamparo. (9) Bet. ¿Cómo puede el joven guardar puro su camino? Guardando tu palabra. (10) Con todo mi corazón te he buscado; no dejes que me desvíe de tus mandamientos. (11) En mi corazón he atesorado tu palabra, para no pecar contra ti. (12) Bendito tú, oh SEÑOR; enséñame tus estatutos. (13) He contado con mis labios de todas las ordenanzas de tu boca. (14) Me he gozado en el camino de tus testimonios, más que en todas las riquezas. (15) Meditaré en tus preceptos, y consideraré tus caminos. (16) Me deleitaré en tus estatutos, y no olvidaré tu palabra. (17) Guímel. Favorece a tu siervo, para que viva y guarde tu palabra. (18) Abre mis ojos, para que vea las maravillas de tu ley. (19) Peregrino soy en la tierra, no escondas de mí tus mandamientos. (20) Quebrantada está mi alma anhelando tus ordenanzas en todo tiempo. (21) Tú reprendes a los soberbios, los malditos, que se desvían de tus mandamientos. (22) Quita de mí el oprobio y el desprecio, porque yo guardo tus testimonios. (23) Aunque los príncipes se sienten y hablen contra mí, tu siervo medita en tus estatutos. (24) También tus testimonios son mi deleite; ellos son mis consejeros. (25) Dálet. Postrada está mi alma en el polvo; vivifícame conforme a tu palabra. (26) De mis caminos te conté, y tú me has respondido; enséñame tus estatutos. (27) Hazme entender el camino de tus preceptos, y meditaré en tus maravillas. (28) De tristeza llora mi alma; fortaléceme conforme a tu palabra. (29) Quita de mí el camino de la mentira, y en tu bondad concédeme tu ley. (30) He escogido el camino de la verdad; he puesto tus ordenanzas delante de mí. (31) Me apego a tus testimonios; SEÑOR, no me avergüences. (32) Por el camino de tus mandamientos correré, porque tú ensancharás mi corazón. (33) He. Enséñame, oh SEÑOR, el camino de tus estatutos, y lo guardaré hasta el fin. (34) Dame entendimiento para que guarde tu ley y la cumpla de todo corazón. (35) Hazme andar por la senda de tus mandamientos, porque en ella me deleito. (36) Inclina mi corazón a tus testimonios y no a la ganancia deshonesta. (37) Aparta mis ojos de mirar la vanidad, y vivifícame en tus caminos. (38) Confirma a tu siervo tu palabra, que inspira reverencia por ti. (39) Quita de mí el oprobio que me causa temor, porque tus juicios son buenos. (40) He aquí, anhelo tus preceptos; vivifícame por tu justicia. (41) Vav. Venga también a mí tu misericordia, oh SEÑOR, tu salvación, conforme a tu palabra. (42) Y tendré respuesta para el que me afrenta, pues confío en tu palabra. (43) No quites jamás de mi boca la palabra de verdad, porque yo espero en tus ordenanzas. (44) Y guardaré continuamente tu ley, para siempre y eternamente. (45) Y andaré en libertad, porque busco tus preceptos. (46) Hablaré también de tus testimonios delante de reyes, y no me avergonzaré. (47) Y me deleitaré en tus mandamientos, los cuales amo. (48) Levantaré mis manos a tus mandamientos, los cuales amo, y meditaré en tus estatutos. (49) Zain. Acuérdate de la palabra dada a tu siervo, en la cual me has hecho esperar. (50) Este es mi consuelo en la aflicción: que tu palabra me ha vivificado. (51) Los soberbios me insultaron en gran manera, sin embargo, no me he apartado de tu ley. (52) Me acuerdo de tus ordenanzas antiguas, oh SEÑOR, y me consuelo. (53) Profunda indignación se ha apoderado de mí por causa de los impíos que abandonan tu ley. (54) Cánticos para mí son tus estatutos en la casa de mi peregrinación. (55) Por la noche me acuerdo de tu nombre, oh SEÑOR, y guardo tu ley. (56) Esto se ha hecho parte de mí: guardar tus preceptos. (57) Jet. El SEÑOR es mi porción; he prometido guardar tus palabras. (58) Supliqué tu favor con todo mi corazón; ten piedad de mí conforme a tu promesa. (59) Consideré mis caminos, y volví mis pasos a tus testimonios. (60) Me apresuré y no me tardé en guardar tus mandamientos. (61) Los lazos de los impíos me han rodeado, mas no me he olvidado de tu ley. (62) A medianoche me levantaré para darte gracias por tus justas ordenanzas. (63) Compañero soy de todos los que te temen, y de los que guardan tus preceptos. (64) La tierra, oh SEÑOR, está llena de tu misericordia; enséñame tus estatutos. (65) Tet. Bien has obrado con tu siervo, oh SEÑOR, conforme a tu palabra. (66) Enséñame buen juicio y conocimiento, pues creo en tus mandamientos. (67) Antes que fuera afligido, yo me descarrié, mas ahora guardo tu palabra. (68) Bueno eres tú, y bienhechor; enséñame tus estatutos. (69) Los soberbios han forjado mentira contra mí, pero de todo corazón guardaré tus preceptos. (70) Su corazón está cubierto de grasa, pero yo me deleito en tu ley. (71) Bueno es para mí ser afligido, para que aprenda tus estatutos. (72) Mejor es para mí la ley de tu boca que millares de piezas de oro y de plata. (73) Yod. Tus manos me hicieron y me formaron; dame entendimiento para que aprenda tus mandamientos. (74) Que los que te temen, me vean y se alegren, porque espero en tu palabra. (75) Yo sé, SEÑOR, que tus juicios son justos, y que en tu fidelidad me has afligido. (76) Sea ahora tu misericordia para consuelo mío, conforme a tu promesa dada a tu siervo. (77) Venga a mí tu compasión, para que viva, porque tu ley es mi deleite. (78) Sean avergonzados los soberbios, porque me agravian con mentira; pero yo en tus preceptos meditaré. (79) Vuélvanse a mí los que te temen y conocen tus testimonios. (80) Sea íntegro mi corazón en tus estatutos, para que no sea yo avergonzado. (81) Caf. Mi alma desfallece por tu salvación; en tu palabra espero. (82) Mis ojos desfallecen esperando tu palabra, mientras digo: ¿Cuándo me consolarás? (83) Aunque he llegado a ser como odre al humo, no me olvido de tus estatutos. (84) ¿Cuántos son los días de tu siervo? ¿Cuándo harás juicio contra mis perseguidores? (85) Fosas me han cavado los soberbios, los que no están de acuerdo con tu ley. (86) Todos tus mandamientos son fieles; con mentira me han perseguido; ¡ayúdame! (87) Casi me destruyen en la tierra, mas yo no abandoné tus preceptos. (88) Vivifícame conforme a tu misericordia, para que guarde el testimonio de tu boca. (89) Lámed. Para siempre, oh SEÑOR, tu palabra está firme en los cielos. (90) Tu fidelidad permanece por todas las generaciones; tú estableciste la tierra, y ella permanece. (91) Por tus ordenanzas permanecen hasta hoy, pues todas las cosas te sirven. (92) Si tu ley no hubiera sido mi deleite, entonces habría perecido en mi aflicción. (93) Jamás me olvidaré de tus preceptos, porque por ellos me has vivificado. (94) Tuyo soy, Señor, sálvame, pues tus preceptos he buscado. (95) Los impíos me esperan para destruirme; tus testimonios consideraré. (96) He visto un límite a toda perfección; tu mandamiento es sumamente amplio. (97) Mem. ¡Cuánto amo tu ley! Todo el día es ella mi meditación. (98) Tus mandamientos me hacen más sabio que mis enemigos, porque son míos para siempre. (99) Tengo más discernimiento que todos mis maestros, porque tus testimonios son mi meditación. (100) Entiendo más que los ancianos, porque tus preceptos he guardado. (101) De todo mal camino he refrenado mis pies, para guardar tu palabra. (102) No me he desviado de tus ordenanzas, porque tú me has enseñado. (103) ¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras!, más que la miel a mi boca. (104) De tus preceptos recibo entendimiento, por tanto aborrezco todo camino de mentira. (105) Nun. Lámpara es a mis pies tu palabra, y luz para mi camino. (106) He jurado, y lo confirmaré, que guardaré tus justas ordenanzas. (107) Estoy profundamente afligido; SEÑOR, vivifícame conforme a tu palabra. (108) Te ruego aceptes las ofrendas voluntarias de mi boca, oh SEÑOR, y enséñame tus ordenanzas. (109) En peligro continuo está mi vida, con todo, no me olvido de tu ley. (110) Los impíos me han tendido lazo, pero no me he desviado de tus preceptos. (111) Tus testimonios he tomado como herencia para siempre, porque son el gozo de mi corazón. (112) He inclinado mi corazón para cumplir tus estatutos por siempre, y hasta el fin. (113) Sámec. Aborrezco a los hipócritas, empero amo tu ley. (114) Tú eres mi escondedero y mi escudo; en tu palabra espero. (115) Apartaos de mí, malhechores, para que guarde yo los mandamientos de mi Dios. (116) Sostenme conforme a tu promesa, para que viva, y no dejes que me avergüence de mi esperanza. (117) Sostenme, para estar seguro, y que continuamente preste atención a tus estatutos. (118) Has rechazado a todos los que se desvían de tus estatutos, porque su engaño es en vano. (119) Como escoria has quitado de la tierra a todos los impíos, por tanto amo tus testimonios. (120) Mi carne se estremece por temor a ti, y de tus juicios tengo miedo. (121) Ayin. He practicado el juicio y la justicia; no me abandones a mis opresores. (122) Sé fiador de tu siervo para bien; que no me opriman los soberbios. (123) Desfallecen mis ojos por tu salvación, y por la promesa de tu justicia. (124) Haz con tu siervo según tu misericordia, y enséñame tus estatutos. (125) Yo soy tu siervo, dame entendimiento para que conozca tus testimonios. (126) Es tiempo de que actúe el SEÑOR, porque han quebrantado tu ley. (127) Por tanto, amo tus mandamientos más que el oro, sí, más que el oro fino. (128) Por tanto, estimo rectos todos tus preceptos acerca de todas las cosas, y aborrezco todo camino de mentira. (129) Pe. Maravillosos son tus testimonios, por lo que los guarda mi alma. (130) La exposición de tus palabras imparte luz; da entendimiento a los sencillos. (131) Abrí mi boca y suspiré, porque anhelaba tus mandamientos. (132) Vuélvete a mí y tenme piedad, como acostumbras con los que aman tu nombre. (133) Afirma mis pasos en tu palabra, y que ninguna iniquidad me domine. (134) Rescátame de la opresión del hombre, para que yo guarde tus preceptos. (135) Haz resplandecer tu rostro sobre tu siervo, y enséñame tus estatutos. (136) Ríos de lágrimas vierten mis ojos, porque ellos no guardan tu ley. (137) Tsade. Justo eres tú, SEÑOR, y rectos tus juicios. (138) Has ordenado tus testimonios con justicia, y con suma fidelidad. (139) Mi celo me ha consumido, porque mis adversarios han olvidado tus palabras. (140) Es muy pura tu palabra, y tu siervo la ama. (141) Pequeño soy, y despreciado, mas no me olvido de tus preceptos. (142) Tu justicia es justicia eterna, y tu ley verdad. (143) Angustia y aflicción han venido sobre mí, mas tus mandamientos son mi deleite. (144) Tus testimonios son justos para siempre; dame entendimiento para que yo viva. (145) Cof. He clamado con todo mi corazón; ¡respóndeme, SEÑOR! Guardaré tus estatutos. (146) A ti clamé; sálvame, y guardaré tus testimonios. (147) Me anticipo al alba y clamo; en tus palabras espero. (148) Mis ojos se anticipan a las vigilias de la noche, para meditar en tu palabra. (149) Oye mi voz conforme a tu misericordia; vivifícame, oh SEÑOR, conforme a tus ordenanzas. (150) Se me acercan los que siguen la maldad; lejos están de tu ley. (151) Tú estás cerca, SEÑOR, y todos tus mandamientos son verdad. (152) Desde hace tiempo he sabido de tus testimonios, que para siempre los has fundado. (153) Resh. Mira mi aflicción y líbrame, porque no me olvido de tu ley. (154) Defiende mi causa y redímeme; vivifícame conforme a tu palabra. (155) Lejos está de los impíos la salvación, porque no buscan tus estatutos. (156) Muchas son, oh SEÑOR, tus misericordias; vivifícame conforme a tus ordenanzas. (157) Muchos son mis perseguidores y mis adversarios, pero yo no me aparto de tus testimonios. (158) Veo a los pérfidos y me repugnan, porque no guardan tu palabra. (159) Mira cuánto amo tus preceptos; vivifícame, SEÑOR, conforme a tu misericordia. (160) La suma de tu palabra es verdad, y cada una de tus justas ordenanzas es eterna. (161) Sin. Príncipes me persiguen sin causa, pero mi corazón teme tus palabras. (162) Me regocijo en tu palabra, como quien halla un gran botín. (163) Aborrezco y desprecio la mentira, pero amo tu ley. (164) Siete veces al día te alabo, a causa de tus justas ordenanzas. (165) Mucha paz tienen los que aman tu ley, y nada los hace tropezar. (166) Espero tu salvación, SEÑOR, y cumplo tus mandamientos. (167) Mi alma guarda tus testimonios, y en gran manera los amo. (168) Guardo tus preceptos y tus testimonios, porque todos mis caminos están delante de ti. (169) Tau. Llegue mi clamor ante ti, SEÑOR; conforme a tu palabra dame entendimiento. (170) Llegue mi súplica delante de ti; líbrame conforme a tu palabra. (171) Profieran mis labios alabanzas, pues tú me enseñas tus estatutos. (172) Que cante mi lengua de tu palabra, porque todos tus mandamientos son justicia. (173) Pronta esté tu mano a socorrerme, porque tus preceptos he escogido. (174) Anhelo tu salvación, SEÑOR, y tu ley es mi deleite. (175) Viva mi alma para alabarte, y que tus ordenanzas me ayuden. (176) Me he descarriado como oveja perdida; busca a tu siervo, porque no me olvido de tus mandamientos.

Muchos cristianos, como William Wilberforce (1759-1833), han memorizado este salmo y lo han recitado regularmente. Otros han tomado un solo versículo de él para meditar en cada mañana. Ruego que Dios nos dé más de una excursión apresurada de estos Alpes. Vamos a hacer cuatro preguntas que nos ayudarán a entender y sacar provecho de este salmo.

1. ¿Cuál es La ley de Dios?

La ley tiene dos significados estrechos y amplios en la Biblia. Hace referencia tanto a reglas específicas como a un conjunto de reglas. En consecuencia, el conjunto de reglas que Dios dio a Moisés debe ser parte de lo que se hace referencia en el Salmo 119. Por tanto, todo, desde Éxodo 19 (la entrega de la ley en el Monte Sinaí) a través de Deuteronomio se podría referir. Sin embargo, dado el hecho de que este salmo usa palabras más generales, como la palabra y la promesa, está claro que el salmista tiene en cuenta no sólo toda la Torá, los cinco primeros libros de la Biblia, sino también otras porciones de la Palabra de Dios a los cuales el tiene. Parece citar, o al menos hacer alusiones a Isaías, Jeremías, Proverbios y otras porciones de la Palabra de Dios. La variedad de palabras utilizada para la ley de Dios a través del salmo- ,palabra,  juicios, estatutos, decretos, leyes, órdenes, preceptos, caminos. promesas -evidencia esta comprensión más amplia. En pocas palabras, el Salmo 119 no está hablando sólo de los Diez Mandamientos o del Pentateuco, sino de la totalidad de la revelación bíblica. Este poeta creyente está reflexionando sobre su relación con Dios, y ve que él está en esa relación sólo porque Dios se ha revelado a su pueblo en sus mandatos, decretos, promesas y estatutos.

La Palabra de Dios siempre ha sido fundamental para la existencia de su pueblo. Por supuesto, incluso el mundo mismo y el primer hombre y mujer fueron hechos por la Palabra de Dios. Pero aún más especialmente, la Palabra de la promesa de Dios llegó al gentil Abraham y lo convirtió en el padre de los fieles, el progenitor del pueblo especial de Dios. De nuevo, la Palabra de Dios vino a Jacob, a José y a Moisés. Por medio de Moisés, la Palabra de Dios estableció la nación de Israel. A través de los líderes que lo siguieron, desde Josué hasta David y más allá, la Palabra de Dios guió a su pueblo. Antes del templo, era la Torá la que formaba al pueblo de Dios y la hacía suya, pero Dios continuó dando nueva revelación a su pueblo a medida que pasaban los siglos.

Entonces, con su venida como el Mesías, Jesús cumplió la Ley y los Profetas (Mateo 5:17). Una buena imagen de esto es la manera en que Jesús recogió la comida de Pascua, que era la comida del pacto mosaico, y reveló cómo señalaba su propia obra y su propio reinado en la Última Cena (Lucas 22:14-20). Cumplió las leyes del Antiguo Testamento, ya fueran civiles, ceremoniales o morales. Y después de su ascensión, envió su Espíritu para inspirar y dirigir a sus apóstoles a reflexionar sobre el Antiguo Testamento ya instruir a los cristianos. ¿Quieres saber cómo aplicar el Antiguo Testamento hoy como cristiano? Lea su Nuevo Testamento. Cristo resumió toda la ley en Marcos 12: 28-31, cuando dijo amar a Dios ya su prójimo (Deuteronomio 6:6, Levítico 19:18, Romanos 13:8-10, Gálatas 5:14; 6:2). La ley de Dios en el Salmo 119 es su Palabra.

2. ¿Cómo es la Palabra de Dios?

Si la Palabra de Dios es su revelación para nosotros, ¿cómo es esa revelación? El Salmo 119 se convierte en una celebración solemne y alegre cuando revela que la Palabra de Dios es verdadera, buena y eterna. Si perdemos uno de estos atributos, la Palabra de Dios está muy disminuida, pero con los tres juntos, el futuro -que de otro modo podría ser oscuro y tembloroso- está inundado de luz.

La Palabra de Dios es verdad. En el versículo 29, el salmista dice que los caminos de Dios son lo opuesto a los caminos falsos. En el versículo 142, él escribe: "Tu ley es la verdad", y luego, en el versículo 151 dice: "Todos tus mandamientos son verdad". El versículo 160 dice así: "La suma de tu palabra es la verdad". Nunca ha hablado falsamente, ni a nuestros primeros padres ni a nosotros. Nuestro enemigo, Satanás, miente constantemente, uniendo sus mentiras a medias verdades. Podemos tener nuestros malos juicios sobre nosotros y seguir siendo engañados por el pecado. Pero Dios no es nada como eso. Él es siempre y sólo veraz. Toda su ley es verdadera. La suma de su Palabra es verdad. Él nunca nos engaña, nunca nos miente, nunca nos defrauda. Incluso cosas que no conocemos nos dan el terreno para mirarle, para confiar en él, y para descubrir que lo que él habla en su Palabra es siempre y sólo verdad!

La Palabra de Dios también es buena, lo que significa que su verdad es buena. Una y otra vez en este salmo, dice que sus reglas son justas (vv., 62, 75, 106, 160). Las promesas que Dios nos hace son justas (v. 123). Sus testimonios son justos (versículo 144). No hay nada erróneo o cuestionable acerca de su promesa de que la salvación es sólo por fe. Dios define lo que es bueno. La bondad o la rectitud no es un estándar externo al que Dios se adapta sin esfuerzo y perfectamente; más bien, la bondad es una manera de describir a Dios y todas sus acciones y mandamientos. Lo que es "bueno" no está determinado por el número de seguidores que uno tiene en Twitter, por lo que está actualmente de moda, o por la Corte Suprema. Ese tribunal, justo al otro lado de la calle de mi iglesia en Washington, DC, en un momento u otro ha declarado legal que dos hombres pueden casarse unos con otros, que los infantes en el vientre se puede matar, y que las personas pueden poseerse unos a otros como propiedad. La Corte Suprema no es el árbitro final de la bondad.

Bueno, si la popularidad, la elegibilidad o la legalidad no es el árbitro final, ¿qué es lo que finalmente determina lo que es bueno? ¡Dios! Él nos lo ha revelado en su Palabra. El Salmo 119:164 dice: " Siete veces al día te alabo, a causa de tus justas ordenanzas.” Si alguna vez estás confundido acerca de lo que está bien o mal, simplemente puedes mirar a la Palabra de Dios, porque todos sus preceptos son correctos 128). No tiene que preocuparse de cuál de sus leyes son buenas y cuáles no lo son, porque “todos tus mandamientos son justos” (v. 172). Leemos en el versículo 39: “Tus ordenanzas son buenas.” Tiene sentido que lo que viene de Dios es bueno, porque como el salmista lo dice tan sencillamente en el versículo 68: “Eres bueno y haces bien.”

Pero la Palabra de Dios no sólo es verdadera y buena, es eterna. Nunca cambiará, expirará, dará o necesitará una actualización con un parche enviado desde las nubes del cielo. La Palabra de Dios es de la antigüedad (versículo 52). Es antiguo; no es algo nuevo. No hay sentido de que la Palabra de Dios dure menos que para siempre. El versículo 152 refuerza que la Palabra de Dios ha sido "fundada. . . . . para siempre.” Nuestras acciones y palabras cambian en el orden del día, pero para Dios, “y cada una de tus justas ordenanzas es eterna” (versículo 160). Por eso el salmista puede regocijarse en el versículo 86 que no hay incertidumbre en la Palabra de Dios: “Todos tus mandamientos son fieles” O, de nuevo, en el verso 89: “Para siempre, oh Señor, tu palabra está firme en los cielos.”

Ahora bien, es verdad que cuando el salmista escribió estas palabras, la revelación especial de Dios sobre sí mismo no había sido concluida todavía. Tal vez algunos de los profetas del Antiguo Testamento aún estaban por venir. Ciertamente el Señor Jesucristo y sus apóstoles aún no habían venido y aún no habían enseñado y escrito bajo la inspiración del Espíritu Santo. Pero ninguno de estos acontecimientos futuros cambió lo que Dios ya había revelado. Los muros del Nuevo Testamento debían ser construidos directamente sobre los cimientos del Antiguo. Aparte del Nuevo Testamento, el Antiguo habría sido incompleto. Y sin el Antiguo Testamento, el Nuevo no tendría sentido. ¿No es maravilloso saber que la verdadera y buena Palabra de Dios es también eterna e inmutable? Esta no es la Palabra de un ser tentativo, cambiante o voluble. Esta es la Palabra del único Dios: el Dios siempre verdadero, siempre bueno, eterno e inmutable.

Es importante recordar que la Palabra de Dios es verdadera, buena y eterna porque quien la escribió es veraz, justo y eterno. A lo largo del Salmo 119, la Palabra de Dios se identifica muy de cerca con Dios mismo. La Palabra de Dios es su emisario, su embajador, una revelación de sí mismo, y una revelación de su voluntad y carácter. El salmista incluso hacer un paralelismo el mantener los testimonios del Señor con la búsqueda de él (v. 2). En el versículo 137, leemos: “Justo eres tú, Señor, y rectos tus juicios.” Nótese que los juicios de Dios le siguen; son como él y lo reflejan. La Biblia no es Dios, pero aparte de la Biblia, no podríamos conocerlo como lo hacemos nosotros. Atentar contra la Palabra de Dios es atacar a Dios, y honrar la Palabra de Dios es honrar a Dios.¿Se ha detenido a considerar y apreciar lo que el Señor nos ha dado en su Palabra? Es aquí que usted entiende lo que es verdadero, bueno y eterno. Es aquí en donde nosotros llegamos a conocer a Dios y su voluntad.

Hay mucho más que podríamos apreciar acerca de lo que es la Palabra de Dios de este gran salmo, pero debemos pasar a nuestra siguiente pregunta.

3. ¿Qué Hace la Palabra de Dios?

Puesto que la Biblia es la Palabra del todopoderoso Dios, no debemos sorprendernos de saber que es activa y realiza mucho. Tal vez es mejor decir que Dios hace mucho con ella ya través de ella. Generalmente, lo que la Palabra de Dios hace es bendecir. Leemos en los versículos 1-2: “¡Cuán bienaventurados son los de camino perfecto, los que andan en la ley del Señor! ¡Cuán bienaventurados son los que guardan sus testimonios.” También observe el tipo de bendición de Aarón que se encuentra en el versículo 135: “Haz resplandecer tu rostro sobre tu siervo, y enséñame tus estatutos.” ¿Cómo hace Dios eso? La Palabra de Dios bendice a los individuos de cinco maneras específicas:

Para Aquellos que Creen la Biblia

La Palabra de Dios inspira temor. Vemos en el versículo 161: “Mi corazón está en el temor de sus palabras.” Y en el contexto de ese verso, Mi se enfatiza. El salmista está asombrado por las palabras de Dios en contraposición a las de un príncipe perseguidor. Incluso cuando el salmista puede estar preocupado por otras cosas -como permanecer vivo- escribe en el versículo 164, “Siete veces al día te alabo, a causa de tus justas ordenanzas.” Y el versículo 171 dice: “Profieran mis labios alabanzas, pues tú me enseñas tus estatutos.” La Palabra de Dios inspira respeto y nos hace orar y alabarlo. Nos lleva a una relación con él.

Para Aquellos Que se Preocupan de Dios y los Demás

La Palabra de Dios nos causa aflicción por el pecado. El versículo 136 dice: “Ríos de lágrimas vierten mis ojos, porque ellos no guardan tu ley.” El versículo 53 dice: “Profunda indignación se ha apoderado de mí por causa de los impíos que abandonan tu ley.” El estudio de la Palabra de Dios no nos hace moralmente indiferentes; en cambio, educa nuestras conciencias, agudiza nuestras mentes y nos hace ver este mundo y la gente en él más como Dios lo hace.

Para Aquellos en Tentación

La Palabra de Dios también nos ayuda a permanecer puros. El versículo 9 es bien conocido: “¿Cómo puede el joven guardar puro su camino? Guardando tu Palabra.” Leemos en el versículo 11, “En mi corazón he atesorado tu palabra, para no pecar contra ti.” ¿Tienes alguna duda de que la Palabra de Dios alienta la santidad? Miren el versículo 101: “De todo mal camino he refrenado mis pies, para guardar tu palabra.” ¿Recuerdan cómo el Señor Jesús encontró la tentación en su encarnación? Citó la Biblia a Satanás. ¿Por qué piensas que tienes menos necesidad de conocer y usar la Biblia para ayudarte con la tentación que Jesús? La Palabra de Dios es un almacén de ayudas muy prácticas para nosotros como cristianos.

Para Aquellos en Varios Tipos de Necesidad

A través de su Palabra, Dios da esperanza al desesperado. Una y otra vez, el salmista escribe: "Espero en Tu Palabra" (versículos 43, 49, 81, 114, 147). Para los afligidos, el Señor da consuelo (vv. 50, 52, 76), y para los que están sufriendo pruebas, él da gozo. Me alegra el versículo 111: “Tus testimonios he tomado como herencia para siempre, porque son el gozo de mi corazón.” Y el versículo 162: "Me gozo de tu palabra, como quien encuentra gran despojo". A esas pruebas duraderas, Él da paz a través de su Palabra: “Mucha paz tienen los que aman tu ley, y nada los hace tropezar” (v. 165). A los jóvenes que leen la Biblia, da sabiduría (v. 98) y entendimiento (versículos 99-100). Leemos en el versículo 104, “De tus preceptos recibo entendimiento.”

Por eso tiene sentido equiparar la Biblia a una luz: “Lámpara es a mis pies tu palabra, y luz para mi camino.” (versículo 105). También, “La exposición de tus palabras imparte luz” (versículo 130). Esto es lo que debería estar sucediendo en este momento. Mientras estoy desarrollando la Palabra de Dios en este capítulo, mientras la despliegas leyendo, y mientras Dios la está desarrollando finalmente, dándonosla, la luz y la comprensión deben entrar en tu vida.

Dios responde a las oraciones que ustedes pudieron haber ofrecido para un mejor juicio: “Enséñame buen juicio y conocimiento, pues creo en tus mandamientos” (v.66). Necesitamos orar esto, porque la Palabra de Dios puede ser salvadoramente entendida solamente por el don de Dios. Este tipo de salmo nunca debe ser entendido como algún llamado a salvarnos o a levantarnos por nuestros propios arranques espirituales. ¿Recuerda cuando Jesús preguntó a sus discípulos quién decía el pueblo que era El, y Pedro le respondió: "Tú eres el Cristo" (Mateo 16:16)? Jesús le dijo a Pedro: "¡Felicidades, siempre supe que eras el más inteligente!" No, su respuesta fue: " Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos.” (Versículo 17). Necesitamos que el Padre revele las verdades eternas a nosotros, y el Salmo 119 está lleno de oraciones por él para enseñarnos su Palabra (vv. 12, 26, cf. vv. 32, 125) y al abrir los ojos (v. 18) . El salmista ora en el verso 27, “Hazme entender el camino de tus preceptos.” En el versículo 73, dice: “Dame entendimiento, para que aprenda tus mandamientos.” Y en el versículo 29, “y en tu bondad concédeme tu ley.” De hecho, el salmista es consciente de que su propio beneficio mundano a veces lo perjudica en contra de lo que Dios enseña en su ley. En consecuencia, ora: “Inclina mi corazón a tus testimonios y no a la ganancia deshonesta” (v. 36). La Palabra de Dios debe ser aprendida solamente por el don de Dios. ¿Has orado por tu propio estudio de la Escritura, por tu propia confianza en él? Una parte crucial del estudio bíblico que demasiados cristianos omiten es simplemente pedirle a Dios que se revele a través de Su Palabra.

Amigo, ¿por qué no pasarías tu vida conociendo la Biblia mejor de lo que hoy lo haces? Me encanta cómo el salmista lo dice en el versículo 24: " También tus testimonios son mi deleite; ellos son mis consejeros.” ¿Es la Biblia su consejero en sus decisiones y preguntas en la vida? Es significativo que en todo este salmo, el salmista confía en Dios y pide a Dios que lo ayude a confiar aún más.

¿Podrías escuchar a Dios si hablara? Él nos habla en su Palabra. De hecho, lo más asombroso que Dios nos da a través de su Palabra es la vida! “tu palabra me ha vivificado“ (v. 50). Mi amigo cristiano, ¿de qué otra manera has podido llegar a estar interesado en la Palabra de Dios? ¡Sólo por la gracia de Dios! Y su Palabra es el medio que usa para darnos vida espiritual.

Para Aquellos en Dificultad

Dios promete librarnos. El salmista sabía lo que significaba estar en dificultades. Así que si usted está en dificultades hoy, la Palabra de Dios promete liberación (versículo 170) y ayuda (v. 175), fortaleza (versículo 28), protección (versículo 165) e incluso salvación (versículo 41). El Señor nos muestra tanto acerca de sí mismo a través de su Palabra. Lo que vemos en el Salmo 119 es sólo algo de lo que la Palabra de Dios hace.

4. ¿Cómo Debemos Responder?

Dado lo que es la Palabra de Dios, lo que es, y lo que hace, hay un mandato para nosotros para responder a ella. Aquí hay cinco respuestas básicas que debemos tener para la Palabra de Dios.

Obedecer

Primero y más obvio, debemos obedecer la Palabra de Dios. La primera estrofa del Salmo contiene declaraciones de voluntad para mantener los estatutos de Dios (vv. 5, 8), y tales declaraciones se repiten una y otra vez a lo largo del salmo (vv. 55-56, 87, 112, 117). ¿Por qué pensaríamos que Dios nos daría vida por medio de su Palabra y no nos llamaría a obedecerle? Ninguna pequeña parte de la razón de Dios para darnos una vida nueva es que, como leemos en el versículo 115, “para que guarde yo los mandamientos de mi Dios.”. Así, el salmista escribe en el versículo 145: " He clamado con todo mi corazón; ¡respóndeme, Señor! Guardaré tus estatutos.” Nuestra respuesta básica a la Palabra de Dios es obedecerla. Pero como veremos en la siguiente respuesta, esta obediencia no es un simple compromiso con un conjunto arbitrario de reglas o simplemente tratando de complacer a otras personas.

Amor

Segundo, debemos amar la Palabra de Dios. El salmista transmite esta idea con la extensión del salmo y la complejidad del acróstico. También leemos en el versículo 14: “Me he gozado en el camino de tus testimonios, más que en todas las riquezas.” (vv.16, 24, 35, 70, 77, 92, 143, 174). En el versículo 129, el salmista afirma: " Maravillosos son tus testimonios,” (v.18). El salmista incluso provee una comparación con la comida en el versículo 103: “¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras!,más que la miel a mi boca” Así que él desea la Palabra de Dios y anhela por ella (vv. 20, 40, 47, 82, 131). En el versículo 131, el salmista usa una poderosa imagen: “Abrí mi boca y suspiré, porque anhelaba tus mandamientos.” Claramente el salmista valora la Palabra de Dios; incluso lo valora más que “millares de piezas de oro y de plata.” (v. 72). En pocas palabras, él ama la Palabra de Dios, ¡y nosotros debemos también amarla! Al leer los siguientes versículos, pregúntese si este es también su testimonio: “Y me deleitaré en tus mandamientos, los cuales amo.” (v. 47); “Por tanto, amo tus mandamientos más que el oro, sí, más que el oro fino” (v. 127); "Yo amo tus mandamientos sobre el oro, sí, sobre el oro fino" (versículo 127); “Mi alma guarda tus testimonios, y en gran manera los amo.” (v.167). Debemos tanto obedecer y amar la Palabra de Dios.

Meditar

Tercero, debemos meditar en la Palabra de Dios. El salmista escribe: “¡Cuánto amo tu ley! Todo el día es ella mi meditación.” (v. 97). En el versículo 148, parece que el salmista incluso se levantó temprano para meditar en las Escrituras. También cantó la Palabra de Dios: “Cánticos para mí son tus estatutos” (v.54) y “Que cante mi lengua de tu palabra” (versículo 172). Los himnos cantados en mi iglesia, Cpaito Hill Baptist, reflejan deliberadamente los Salmos y, a menudo están llenos de contenido bíblico, alusiones, citas y doctrina, porque tales himnos nos ayudan a animarnos unos a otros, a expresarnos al Señor y a los demás, y para que la Palabra de Dios se recuerde. No puedo decirle cuántas veces he estado con los santos cerca del final de su vida, y a pesar de que sus recuerdos se van, podían recordar los himnos que habían cantado.

¿Cuántos jóvenes cristianos han memorizado el versículo 11: “En mi corazón he atesorado tu palabra, para no pecar contra ti” (vv 61, 83, 93, 109, 141, 153, 176)? Una forma de meditar en la Escritura es memorizarla. Pero sean cuales sean sus medios, ya sea cantando, memorizando, leyendo, orando o reflexionando, usted está llamado a meditar en la Palabra de Dios.

Confiar

Cuarto, una respuesta adecuada a la Palabra de Dios es confiar en ella. El salmista era sabio para hacer precisamente eso: "Porque confío en tu palabra" (v. 42). No puedes confiar en la palabra de algunas personas, y así no deberías. ¡Pero siempre puedes confiar en la Palabra de Dios, y por lo tanto siempre deberías! Su Palabra es digna de confianza, porque él es digno de confianza! Podemos contar con la Palabra de Dios. No nos decepcionará. Podemos estar seguros, porque su “Tu fidelidad permanece por todas las generaciones" (versículo 90). El versículo 140 es uno de mis versículos favoritos en este largo capítulo: “Es muy pura tu palabra, y tu siervo la ama.” ¿Quién sabe todas las pruebas que el salmista había pasado? Desafíos físicos, ser despreciado, tener enemigos, tratar con criminales y personas inmorales, opresión –menciona estas y muchas otras cosas en este salmo. ¡Estoy seguro de que las promesas de Dios fueron probadas en las manos de este salmista! ¿Se han probado tanto en el tuyo?

Temor

Quinto, debemos temer al Dios cuya Palabra es. Mire el versículo 120: "Mi carne tiembla por temor a Ti, y tengo miedo de Tus juicios." La Palabra de Dios nos pone en contacto con Dios mismo. Y este contacto, por su gracia, nos despierta espiritualmente y nos hace comprender cómo en Dios sólo hay lo que es bueno y correcto. Ese sentido de la distancia moral entre nosotros y el Dios que nos creó y que nos juzgará es profundamente desorientador para muchos. Nos confunde hasta que una nueva claridad viene aceptando todo. Pero incluso después de que llegamos a escuchar y creer en el evangelio, nos quedamos con un verdadero sentido de la diferencia entre Dios y nosotros; Algo de su santidad y de nuestra indignidad que nos hace mirar a él y a su Palabra con el más profundo respeto y con una tremenda gratitud mientras nos maravillamos de su amor y misericordia hacia nosotros.

Por lo tanto, obedezca la Palabra de Dios, ámela, medite en ella, y confíe en ella, y venga a temer al Dios cuya Palabra es.

Conclusión

El Salmo 119 no es solo hablar de la Palabra escrita de Dios. El camino a la gloria, el fin de nuestro exilio, la realización de este verdadero éxodo, no es fundamentalmente mediante la obediencia a la Palabra escrita de Dios, sino a través de la Palabra hecha carne perfectamente obedeciendo en nuestro lugar! No deshonra a la Palabra escrita de Dios decir que señala algo más grande que sí mismo. “Dios, habiendo hablado hace mucho tiempo, en muchas ocasiones y de muchas maneras a los padres por los profetas, en estos últimos días nos ha hablado por[d] su Hijo,” (Heb.1:1-2b). Leemos en Juan 1: "En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. . . . . . . Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad” (vv.1,14).

No es que no obedezcamos la Palabra de Dios. Lo hacemos, genuinamente, pero imperfectamente. Y nuestras vidas, siendo genuinamente pero imperfectamente circunscritas por la ley de Dios, dan testimonio de nuestra confianza en Aquel cuya vida estaba perfectamente circunscrita por la Palabra de Dios y cuya justicia perfecta nos da como un regalo. Es ese don que este salmo tan maravillosamente señala una y otra vez: la justicia perfecta de Jesucristo.

Mira una vez más en los dos primeros versos de este gran salmo: “¡Cuán bienaventurados son los de camino perfecto, los que andan en la ley del Señor! ¡Cuán bienaventurados son los que guardan sus testimonios, y con todo el corazón le buscan!” (Salmo 119:1-2). ¿El camino de quien ha sido más inocente que el Hijo de Dios? ¿Quién ha buscado más sinceramente que el Hijo de Dios para hacer la voluntad de su Padre aquí en la tierra? ¿Y quién lo ha hecho más perfectamente? ¡Dos veces el Padre dijo públicamente a los discípulos que estaba "bien complacido" con su Hijo! Ciertamente ninguna vida fue más bendecida que la de Aquel que perfectamente, sin fisuras siguió en el camino de su Padre celestial y lo buscó con todo su corazón!

Y sin embargo, la Palabra de Dios dice que su muerte por crucifixión muestra que fue "maldecido"! Qué ironía era que el único que guardaba perfectamente la ley fue asesinado como si fuera un violador de la ley. Jesús enseñó que su muerte fue predicha y prefigurada en el Antiguo Testamento. Después se levantó de entre los muertos, dijo a sus discípulos: “todo lo que sobre mí está escrito en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos” (Lucas 24:44).

¿Qué fue escrito acerca de la Palabra hecha carne en el Salmo 119? Observe estas prefiguraciones: Jesús se llamó siervo del Señor; el salmista dice: "Has tratado bien a tu siervo" (versículo 65). Incluso cuando era un niño, Jesús dijo que él debe estar en los negocios de su Padre; el salmista escribe: " Tengo más discernimiento que todos mis maestros, porque tus testimonios son mi meditación.Entiendo más que los ancianos, porque tus preceptos he guardado.” (vv. 99–100). Jesús lloró por el rechazo de Jerusalén; el salmista dice: “Ríos de lágrimas vierten mis ojos, porque ellos no guardan tu ley” (versículo 136). ¿Oyes ecos de Getsemaní en el versículo 143: “Angustia y aflicción han venido sobre mí, mas tus mandamientos son mi deleite.” ¿Ves un presagio de sufrimiento por causa de la justicia y de ser manchado con mentiras en el versículo 69: "Los soberbios han forjado mentira contra mí, pero de todo corazón guardaré tus preceptos.” ¿Hay un adelanto del Salvador que ha sido atrapado por los impíos en el versículo 61: "Los lazos de los impíos me han rodeado, mas no me he olvidado de tu ley.”? ¿El versículo 161 prefigura a Herodes ya Poncio Pilato que se unen para perseguirle: "Los príncipes me persiguen sin causa"? ¿Está el versículo 107 anticipando la clase de aflicción que Jesús experimentó: "Príncipes me persiguen sin causa, pero mi corazón teme tus palabras.”? ¿De dónde se puede orar el versículo 149 más verdad que de la tumba de Cristo: "Oye mi voz conforme a tu misericordia; vivifícame, oh SEÑOR, conforme a tus ordenanzas”? O versículos 153-154: “Mira mi aflicción y líbrame, porque no me olvido de tu ley. Defiende mi causa y redímeme; vivifícame conforme a tu palabra.”?

El Señor dio su vida, y por medio del sacrificio y la resurrección de la Palabra hecha carne, Emanuel, dio vida a todos los que vendrían a confiar en él. Y así estamos, mientras comienza este salmo, bendecidos -porque estamos en Cristo, que era a la vez maldito y bendito por nosotros en nuestro lugar. Alabado sea Dios por su Palabra.

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